Desde mi infancia, siempre me llamó la atención la historia.
Recuerdo curioso el llamado periodo de “Anarquía”, que posteriormente llamarían de “Ensayos Constitucionales”; no entendía bien por qué si supuestamente éramos todos chilenos, entre 1823 y 1833, al poco andar de la independencia, nos habíamos enfrascado en guerras civiles que estaban muy lejos de ser el sueño de los libertadores.
Y es que así es la historia oficial, nunca llama a las cosas por su nombre. La historia oficial la escriben los vencedores, y siempre está llena de mentiras, de omisiones, de trampas, para ocultar la verdad de aquellos que fueron vencidos. Los vencedores llamarón así, Anarquía, al periodo en que las regiones nos opusimos decididamente a que Chile se configurara como un Estado centralista y autoritario, con Santiago como el único territorio realmente libre, al que el resto de los territorios le debemos obediencia.
Fue a comienzos de los años 20 del siglo XIX, cuando se creó la Asamblea de los Pueblos Libres de Concepción, con la finalidad de disputar el proyecto político de Santiago. El conflicto de ese entonces era entre un Santiago dedicado al comercio y las provincias dedicadas a la producción. Hoy 200 años después, las cosas nos son muy diferentes ¿Por qué si somos las regiones las que producimos la madera, la fruta, la pesca, la minería, es Santiago el territorio que más dinero se queda? ¿No es acaso justo, lo que pedía la Asamblea de los Pueblos Libres? ¿No ha quedado su misión inconclusa? ¿No es hora de continuarla?
El mecanismo propuesto por la Asamblea de los Pueblos Libres de Concepción, pero también de las asambleas de otras regiones, fue la creación de una Asamblea Constituyente para la creación de una nueva Constitución, en la que ningún territorio tenga preponderancia por sobre los otros. El proceso se inició en 1823, y fue todo un éxito democrático para la naciente república de Chile. Las facciones del regionalismo ganaron más de 2/3 de la asamblea.
El camino no estuvo exento de complicaciones. La perfidia santiaguina hizo fracasar el proceso dos veces. Pero en 1828 se impuso la voluntad ciudadana y se promulgó la corta constitución del 1828. Corta, porque la reacción de la burguesía comercial Santiaguina desató una guerra civil, que se extendió por varios años, a veces de manera abierta, a veces de manera más soterrada, hasta que se impuso el llamado modelo portaliano (por Diego Portales) de Estado, centralista, presidencialista y autoritario.
Hoy 200 años después, pareciera ser que los ideales de la Asamblea de los Pueblos Libres de Concepción no murieron, ni con las balas ni con los años. El empuje de las regiones y en especial de la región del Biobío no pudieron detenerlo. Luchamos hasta que la elección de autoridades regionales se hizo realidad. Es un paso histórico el que hoy seamos las regiones las que decidimos quién será nuestro gobernador.
Como hace 200 años, estamos también en una coyuntura constituyente, que podrá cambiar el destino del país y su estructura centralista. Es por eso que no da lo mismo votar o no votar, ni mucho menos da lo mismo por quién votar.
Escribo estas líneas honrando a la Asamblea de los Pueblos Libres de Concepción, porque creo que quien sea electo Gobernador o Gobernadora en cada región de Chile el próximo 29 de noviembre, y en especial en el Bío-Bío, tendrá la oportunidad para iniciar el cambio.
No se trata de elegir a un Gobernador para que decida por la Región, se trata de elegir un Gobernador para que sea la Región la que decida.
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