A los tumbos

La dura realidad le viene propinando cachetazo tras cachetazo a este gobierno. Sin logros concretos que mostrar, esta administración se aferraba a poder cumplir con un mediocre crecimiento económico que hasta hace unos días se proyectaba en 2,6% para el cierre de este año. Pero la cifra de 0% del Imacec de septiembre terminó por sepultar esa posibilidad como lo reconoció el ministro Marcel.

Ahora se informó la inflación de octubre, que alcanzó un 1%, dejando el IPC muy cerca del 5% interanual, en otro golpe para el bolsillo de los chilenos y para las expectativas de recuperación en un plazo razonable. También se dio a conocer que en la actualidad 17 mil personas han fallecido en el país esperando atención médica que nunca recibieron y otros 3 millones continúan esperando ser atendidos por un sistema de salud estatal que sólo ofrece dolor y desesperanza.

Y así, como lo expuse tiempo atrás, este ha sido el gobierno de las crisis, y resulta muy difícil conducir una nación y hacerla progresar cuando todos los esfuerzos se consumen en apagar crisis, en dar explicaciones y en improvisar soluciones que nunca llegan. Algunos lo atribuyen a impericia por falta de experiencia. Sin embargo, a mí me parece que se debe a estulticia derivada de malas ideas, de una concepción errada de la vida y de cómo se construye una sociedad. En definitiva, una receta que viene fracasando hace décadas y que una parte de la población, cada vez más minoritaria, sigue apostando por ella.

La izquierda le llama a sus ideas, idealismo; yo prefiero calificar sus ideas de surrealismo, porque están cargadas de un imaginario irracional que no se hace cargo de los problemas como son, sino cómo se los imagen. Y eso lo trasladan a las soluciones que plantean para enfrentar dichos problemas. Nada bueno puede surgir de ahí, más que ir por la vida marcando el paso, de tumbo en tumbo, improvisando, haciendo camino al andar, pero sin saber para dónde van.

A este carro descarrilado nos subió una generación que ha demostrado su incapacidad no sólo para liderar y conducir un gobierno y al Estado, sino que tampoco ha demostrado capacidades para reconocer los errores y enmendar el rumbo incierto en el que mantienen a los ciudadanos.

Si bien me ubico hoy en la oposición, como senador me encantaría poder destacar algún logro relevante de este gobierno. Sin embargo, por más que hago el ejercicio, definitivamente no encuentro nada significativo que remarcar. Literalmente, una vez que se termine esta administración, Chile habrá perdido cuatro años alejado del camino hacia el desarrollo. Con todo, el retroceso será mayor, porque recuperar el camino no transitado demorará más tiempo.

Cuando en Chile debiésemos estar hablando de modernización, innovación, crecimiento, progreso, inversión, empleo y temas de futuro, nos encontramos entrampados en una coyuntura asfixiante, que nos hace girar en una burbuja tóxica que alimenta la desconfianza y la desesperanza de que esto se pueda revertir.
Presidente Boric, recuerde que en tiempos apocalípticos es cuando suelen aparecer los agoreros, y mientras usted siga en La Moneda, eso no cambiará. Le queda menos de un año y medio. Es la única esperanza a la que se pueden aferrar hoy los chilenos.

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