Una de las tantas constantes de la cultura política del socialismo chileno es su capacidad iconoclasta, incluso sobre sus propias figuras. Esto, probablemente, es consecuencia de su aproximación no dogmática a la teoría y la política, incluido el pensamiento marxista, lo cual le entregó un grado de flexibilidad y crítica tanto de las experiencias circundantes como también de su propio derrotero. La figura de Salvador Allende no fue la excepción. Podemos llegar incluso a reafirmar que el allendismo dentro del socialismo, y en específico dentro del PS, es una fuerza hegemónica constituida ex post al golpe de Estado y su fallecimiento.
El proceso de renovación socialista realizado en dictadura, y de la cual Eugenio Tironi sólo es un actor más, reubicó y levantó la figura de Salvador Allende no como una idealización, sino como un actor concreto de carne y hueso, con luces y sombras. Comprendió a Allende como una figura de largo alcance, presente en los más importantes procesos sociales y políticos del siglo XX, del cual él, junto a su partido y el movimiento popular, fueron partes relevantes. En sentido positivo, se comprendió a Allende como un hombre de su época, cruzado por las contradicciones de la Guerra Fría a nivel internacional, y las limitaciones propias del desarrollo político y económico chileno. En este marco, a la par de Allende, se analizó la realidad política, social y económica que limitaron las formas de acción política de la izquierda chilena como también los vacíos e incomprensiones que su reflexión teórica, anclada en el marxismo leninismo y el estructuralismo, generaron en los proyectos políticos levantados por este mundo hasta 1973.
Dicho esto, Allende, cruzado por todas las contradicciones del sistema político chileno, de los partidos de izquierda, centro y de derecha, de la intelectualidad de la época, entre otros, fue un hombre profundamente democrático, que apostó bajo su gobierno, el de la Unidad Popular, siempre por ensanchar su base de apoyo, y de lograr los acuerdos políticos necesarios tanto para consolidar las reformas estructurales en curso como para proteger la institucionalidad democrática.
El ideario de una vía chilena al socialismo, en democracia, pluralismo y libertad, no es un eslogan nacido detrás de una agencia publicitaria, más bien responde a un hondo sentir de parte importante de la izquierda durante el siglo XX, y que encuentra relación con el humanismo socialista del programa del '47 del PS. La mayor lección del golpe de Estado fue que para construir una vía humanista y democrática para el socialismo se requieren amplias mayorías sociales y políticas, comprender la singularidad ética y cultural de las clases sociales, y defender, a todo evento la democracia, como el espacio que otorga las condiciones mínimas y necesarias para un debate de proyectos que se resuelve en la opinión pública, en el desarrollo de una sociedad civil y movimiento social empoderado, y, sobre todo, en el rol de los partidos políticos y los procesos electorales.
Por lo anterior, a 51 años del golpe de Estado, Salvador Allende para los socialistas chilenos continúa siendo un ejemplo de lucha y convicción. En virtud del debate incipientemente abierto estas semanas, todo proceso de renovación teórica, cultural e ideológica de nuestro espacio político partirá de la reflexión crítica y desinteresada, de nuestro acervo histórico, y, por cierto, de nuestras figuras angulares como lo es Allende.
En un nuevo proceso renovador el socialismo debe apostar a lo mejor de su tradición anclada en figuras como Allende, es decir, una política con sentido histórico y doctrinario, por sobre la política de ocurrencia y de acoplamiento en la contingencia. Asimismo, debe hacerse cargo de los vacíos del proceso anterior: Apostar por un tipo distinto de relación entre el Estado y la Sociedad, en que la política ocupe un rol central y, por sobre todo, apostar por un modelo de desarrollo que proponga una alternativa que supere al neoliberalismo. En este sentido, a diferencia de las restricciones de la represión dictatorial, un proceso renovador del socialismo hecho en democracia tiene que rehuir a ser una experiencia sólo de élites, y debe apostar a ser una instancia amplia en que se articulen actores del mundo social, sindical, del arte y la cultura, la política y la intelectualidad.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado