Ahora también la justicia importa

¿Hay algo común a la crisis social y a la crisis sanitaria? Por cierto, hay más de un elemento similar, pero el que destaca más es la presencia constante de los abusadores, su implacable e irresponsable propensión a obtener beneficios, no importando el daño que causan a las personas y al país en su conjunto. 

Cuando algunos se encuentran con un delincuente de cuello y corbata, miran más la calidad de la corbata que la condición de delincuente. Les resulta lógico que se reprima una rebelión de reos en el principal penal del país, pero no les extraña la ausencia de detenidos por venta de productos falsos en plena crisis. 

Debiéramos dar por aprendido en los últimos meses que la impunidad no existe. La rabia se acumula ante el espectáculo de las diferencias sociales impúdicamente exhibidas. Y sabemos que terminan por expresarse con mucha fuerza. También debiéramos aprender de lo que ahora mismo acontece con otros países que se vieron afectados por la pandemia antes que nosotros. 

Dos factores se repiten entre quienes están mostrado un mejor desempeño ante la pandemia: la disciplina social en adoptar con prontitud las medidas de aislamiento y, la disponibilidad masiva de test diagnóstico temprano. 

La mantención de la cohesión social por consentimiento y la adopción de medidas de detección rápida hacen toda la diferencia. Hay que perseverar en estas buenas conductas por un amplio número de semanas. 

La percepción más realista a nivel internacional suele coincidir en que la epidemia no empezará a remitir antes de tres meses.

De allí que el calendario político electoral, dado a conocer ayer, mueve el plebiscito en siete meses, es decir, lo ubica en un momento en que el ciclo completo del contagio esté por concluir, y las aglomeraciones con motivo de la votación no provoque un rebrote. Vamos a ir a votar estando en el punto en que nos encontrábamos hace poco más de una semana, pero en vez de entrando, esta vez saliendo de la crisis. 

Mientras estemos ocupamos enfrentando el problema principal y más urgente, muchas otras dificultades se irán agravando porque todas las actividades sufren una conmoción profunda y el deterioro de la calidad de vida será pronunciado. 

La cohesión social depende del pleno convencimiento del ciudadano común de que los padecimientos, dificultades y las restricciones corren para todos por igual. Sin excepciones. Si eso pasa, lo peor de lo que viene será tolerable. 

Hoy, la solidaridad se expresa en aislamiento porque así cuidamos a todos, incluyéndonos; la responsabilidad se expresa en mantener las medidas de precaución todo el tiempo necesario; la mantención del bien común como norte se expresa en la focalización en atender a los más vulnerables y en sancionar los abusos que se cometan. 

De allí la importancia de que la impunidad no exista para los infractores de la disciplina colectiva, y que los recursos que se destinen a la crisis lleguen a quienes los necesitan para sobrevivir y para emprender.

La práctica de la justicia y de la solidaridad no son algo que nos demos el gusto de practicar después de la crisis, sino lo que nos permite superar la crisis, unidos como comunidad.

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