Asalto al poder

Gonzalo Wielandt

Ultimos publicados:

• Doctrina social de la Iglesia Católica
• Tomic: Una enseñanza socialcristiana
• Mujeres místicas de Jesús en tiempos oscuros

El proceso insurreccional se mantiene activo en cuatro campos de batalla: el militar, el político, el simbólico-cultural y el comunicacional. El actual escenario bélico interno, que ocupa los medios no militares como armas tácticas de desestabilización, busca acelerar la deslegitimación institucional de la República y de la democracia.

Para tal efecto, los actores insurreccionales, la izquierda, la oposición formal, medios de comunicación y actores sociales diversos, son conscientes de que cuentan con el camino expedito para sus propósitos de corto plazo dado que no tienen un gobierno que les haga frente, sólo un cargo nominal de Presidente, que por su propio interés no hizo valer el Estado de Derecho y no respetó la instituciones cuando debió haberlo hecho, o sea en tres momentos claves, cuando asumió el cargo, cuando murió Catrillanca y se vuelca contra Carabineros y cuando se detona el ataque del 18 de octubre con los meses previos de ensayo subversivo.

El tercer retiro es una movida más del proceso insurreccional, utilizando su arma táctica del Congreso Nacional a lo que agregan la presión social vía otros actores como gremiales y operativos. Aquí da lo mismo lo que la administración autodenominada gobierno haga, lo importante es llevar a cabo la acción insurreccional bajo un disfraz discursivo del hambre y utilizando los altos patrones de consumo de la sociedad chilena para presionar y ejecutar la subversión, ya que hay consciencia de que las instituciones no funcionan y, por lo tanto, el Tribunal Constitucional probablemente será ignorado políticamente, es decir, cederá a la presión o bien será acusado de promover una nueva agitación social del pueblo en caso de no acceder. El plan ya está hecho en base al actual contexto estratégico. Todo es de manual.

Por último, la insurrección tiene consciencia de que la elección de mayo la pierde, por lo tanto, es fundamental deslegitimar cualquier proceso e institución democrático formal para justificar la mantención de la actividad subversiva e insurreccional.