"Bots" y libertad de expresión

¿Son los "bots" un peligro para la democracia? ¿Son los "bots" un abuso de la libertad de expresión? Como es sabido, un reciente reportaje de un canal de televisión denunció la existencia de una supuesta red de cuentas de X, coordinada para atacar a algunos candidatos presidenciales. Pero, en tiempos en que la gente decide opinar e informarse por internet, dicho reportaje deja en el aire una pregunta: ¿Es legítimo usar un medio de interacción virtual tal como la referida red social para expresar opiniones políticas afiladas, críticas o, directamente, agresivas, en contra de determinados candidatos?

De partida, en el contexto de esta discusión, el uso de la expresión "bot" es discutible. Como explica una famosa empresa de internet, un bot es una "aplicación de software automatizada que realiza tareas repetitivas en una red".

Es sabido desde hace años que desde empresas hasta gobiernos recurren a la utilización o contratación de cuentas falsas -a veces, verdaderas "granjas de bots"- para levantar o encubrir una determinada causa política o empresarial en las redes sociales. Así visto el asunto, resultaría difícil reconocer derechos relativos a la libertad de expresión a lo que son, en la práctica, programas de software que reaccionan de forma automática. Incluso podría aceptarse -con muchos matices y prevenciones- que semejante práctica admita una regulación.

Pero muy distinto es el caso de una persona o personas que utilizan un seudónimo en redes sociales. El anonimato o la mancomunidad de ideas entre muchos usuarios no los priva de su libertad de expresión ni los reduce a "bots" -es decir, entidades sin derechos-; ni siquiera cuando sostienen opiniones o críticas mordaces contra determinados personeros políticos. Conocido es el anonimato de los redactores de la liberal Constitución política norteamericana, que expresaban las principales ideas acerca de ese documento con seudónimos (véase el libro "El Federalista" que recoge sus columnas); o, de acuerdo a Tocqueville, la libertad de crítica con que contaba el periodismo norteamericano contra políticos y autoridades, en comparación con la falta de libertad de expresión que veía en Europa.

Desde luego, no queremos llegar al exceso de justificar insultos y mentiras contra nadie. Pero intentar descalificar a personas que ejercen su libertad de expresión en redes sociales a través de cuentas de Twitter, solo porque usan seudónimos, o porque emiten contenidos críticos hacia determinados políticos, parece un exceso. La libertad de expresión, como derecho fundamental, se manifiesta "en cualquier forma y por cualquier medio" (art. 19 nro. 12 de nuestra carta fundamental; art. 1º de la Ley de Prensa; art. 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos, etc.), lo que incluye, por cierto, a las redes sociales. Y el derecho a criticar al poder político y a personalidades públicas es indispensable para el correcto funcionamiento de la democracia.

Cierto es, sin embargo, que el ejercicio de este derecho reconoce un límite: la comisión de delitos y abusos. Pero cuidado con la confusión de los conceptos. Una funa es ciertamente un abuso a la libertad de expresión, porque afecta la integridad física y psíquica de una persona. Una mentira también lo es, aunque en términos técnicos debiera llegar al nivel de una calumnia o injuria (arts. 412 y 416 del Código Penal). Pero las opiniones críticas y sarcásticas no lo son. Nuestros derechos y libertades no pueden depender de la susceptibilidad de ninguna personalidad pública.

En homenaje a Charlie Kirk, activista conservador y comentarista político estadounidense, asesinado por expresar y defender sus ideas.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado