En la crisis de ideas en la derecha, la aparición del espectro de Pinochet agudiza las divergencias que la tensionan y opacan severamente la conducción de Piñera. A ello se suma la presión mediática de J.A. Kast; es una crisis de proyecto y de liderazgo, que indica una insoluble incoherencia en su programa político, agravada por su condición de fuerza gobernante del país.
En efecto, las simpatías hacia Bolsonaro en la UDI y RN, como el respaldo a esa matriz autoritaria en sus bancadas, confirman esa realidad, en que salen los pinochetistas del closet, cansados del largo encierro, una etapa en que la “derecha oficial” les impuso sumergirse, y ellos aceptaron ocultar con amargura sus añoranzas con la dictadura.
Es probable que los severos problemas de conducción política en el gobierno desde el homicidio del comunero mapuche, Camilo Catrillanca, situados en el centro nervioso del discurso autoritario, es decir, el tema de la seguridad pública, haya reactivado un aire de nostalgia pinochetista en la ultraderecha, que decidió salir del ostracismo y meter mucho ruido entrando al escenario.
Así también, “el orden público” desbordado en la movilización de los portuarios y la obligación en que se vio el gobierno de entrar a intervenir ante la inflexibilidad empresarial, cuando el daño económico y social a Valparaíso era cuantioso, mientras el bolsillo de los privados seguía bien cerrado, esa situación descontrolada y caótica para nada fue un momento edificante y de ejercicio de la autoridad como la derecha piensa y exige de un gobierno...de derecha.
En general, el discurso piñerista referido al compromiso de acabar la delincuencia está agotado, aunque la autoridad no reconocerá que prometió lo que no iba a cumplir y la conflictividad urbana se ve agravada porque el desempleo genera desórdenes a diario entre vendedores callejeros ansiosos de trabajo y carabineros por las calles y otros espacios públicos.
Además, la presencia presidencial se repite con insistencia, sin embargo, el riesgo de canalización de Piñera por exhibición mediática no preocupa a los estrategas de La Moneda, convencidos que la mejor gestión es el “rating” toman las encuestas para colocar temas dirigidos al sector más conservador y “apolítico” de la población, donde antaño se incubó un violento neofascismo civil, usado como grupo de choque contra el Presidente Allende, en la desestabilización previa al golpe de Estado.
En busca de ese público conservador, Piñera debe dirigirse a un sector de opinión heterogéneo, de rasgos xenófobos, machista y de matriz autoritaria. Si se van hacia la ultraderecha, no me abandonen, parece ser la ambigua inconsistencia de su mensaje, de ese modo, incluye en la “nueva diversidad” al pinochetismo más extremo.
En efecto, pese a sus exabruptos el diputado Ignacio Urrutia no se vio aislado antes de irse de la UDI, en que se impuso el proyecto de “bolsonerización” de la postulación que ganó, de J.V. Riselberghe, que de inmediato salió a obstruir la reforma constitucional, anunciada por su gobierno para el paso a retiro de los máximos jefes castrenses, sin envío previo de un decreto fundado a ambas Cámaras del Congreso Nacional y a la Contraloría General de la República.
Es aleccionador que Macaya, su contendor en la interna UDI también defienda los enclaves autoritarios con los reparos más pinochetistas de la UDI por el SI, de los años 80, colocando las primeras barreras de contención a una reforma constitucional que se cae de madura. Estos espectros del pasado dictatorial han terminado por desfigurar la imagen política del gobierno.
Fue allí, en la UDI, donde el senador Moreira, antiguo adulador de Pinochet, volvió a ensalzar al ex dictador luego de expiar el bochornoso caso del "raspado de la olla" que lo obligó al silencio varios años, así como el estrafalario pinochetismo de la diputada Flores, fue recibido con aplausos y acompañado por otros parlamentarios, en el reciente Consejo General de RN.
En ese desarticulado y convulso Partido, que hace 25 años quiso ser democrático y liberal para retornar a su origen pinochetista, su Presidente Mario Desbordes ya declaró que “no tendría problema” en apoyar a J.A. Kast, basta sólo que participe en primarias del bloque “Chile Vamos”, ratificando que en la derecha las ideas importan poco, y que si valores esenciales como los Derechos Humanos no gustan, para eso tienen otros, como el racismo, la xenofobia y la violencia autoritaria de ultraderecha.
Hay un retorno al discurso de fuerza en la política global y en Chile, existen personeros que desean ser “abducidos” por este fenómeno que ven crecer y les abre el apetito del poder, por eso, se insertan allí porque ven como saciar ambiciones de riqueza y notoriedad social, ya que estos ultra conservadores no son “ideólogos”, del tipo Jaime Guzmán.
Al contrario, son arribistas de inescrupuloso oportunismo, mediocres escaladores, que agitan unas cuantas consignas, movidos por una irreprimible ansiedad de poder y la idea de ser los grandes administradores de este nuevo y rentable producto “nacionalista”. No son idealistas, es una cofradía de dientes afilados y sin parámetros éticos, por algo sus ídolos están presos en Puntapeuco.
Son nacionalistas del dinero como los nazis, por eso, se mueven con agilidad para que esta falsa cruzada ultra conservadora, les abra las puertas de Brasil, el país más grande del cono Sur, aliado con Trump para mayor interés, así los negocios pueden ser muchos.
La ambición les ciega y se sincera su aversión al pluralismo, su desprecio a los Derechos Humanos y su nula valoración de los derechos sociales y de los pueblos indígenas. A esta tecnocracia neoliberal la democracia nunca le importó nada.
Ello se confirma con su defensa de Pinochet, el mayor criminal de Estado en la historia de Chile, y no un personaje inocuo, que dicen tuvo un lado bueno y otro malo intentando exculpar su voluntad genocida negar el esfuerzo permanente del régimen bajó su mando para eliminar físicamente, a través del terrorismo de Estado, a las fuerzas y organizaciones democráticas del país.
El falso milagro económico del pinochetismo es una vergonzosa excusa para justificar sus crímenes y una política económica que dañó a Chile por generaciones, destruyendo el potencial industrial, creando un sector de indigencia y marginalidad nunca antes conocido y un grado de resentimiento social que escinde a la nación con una desigualdad aberrante.
Así la derecha dura condiciona el discurso oficial. Como no hay un "gobierno ideológico", la tecnocracia manda y no se va a complicar con políticas complejas o acuerdos amplios, los que debiesen generar largas conversaciones en el Parlamento, debido a la diversidad en las opiniones, tanta que irrita, como dijo esta semana el senador de RN, M.J. Ossandon: “estamos hablando puras cabezas de pescado”, ante el debate que los envuelve y confunde, sin solución. A confesión de partes....
Ante ello, el ultra conservadurismo ramplón y rimbombante resulta una herramienta efectiva, pasa a ser dominante la idea que asociarse con Bolsonaro no es tan malo. De ahí que en La Moneda muchos se inclinan a ubicarse en un nicho "duro", autoritario, para desde allí "aguantar", por si algún día llegan los mentados "tiempos mejores" o que termine el periodo presidencial.
En fin, así desbordado el Presidente deberá decidir, cuando parte de los suyos parecen pensar que “pior’ es na”, y ya se acomodan a los vientos del populismo autoritario de ultraderecha.
Si esa tendencia se consolida la crisis de conducción en el oficialismo, en sus causas de fondo no tendrá solución, y entonces, los llamados liberales van a tener el uso de la palabra.
Veremos que dicen.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado