El espejo de la estulticia

Sergio Velasco
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El inquilino de La Moneda, periódicamente, se pregunta frente al espejo si existe alguien más lindo e inteligente que él. Seguramente la respuesta es conocida por su cohorte de adláteres, los que asienten positivamente con una venia reverencial.

Convencido que está salvando al país de la peor catástrofe sufrida desde tiempos inmemorables, usando su poder cada día más debilitado, con la fuerza de la sinrazón

El grave problema es que los resultados de su gestión lo dejan mal parado en las reiteradas encuestas que el mismo se manda hacer. Con un apenas 14 % de aprobación y un alarmante 81 % de rechazo. La gente dejó de creerle debido a sus reiteradas falsas promesas, las que jamás tuvo intención de cumplir.

Su gobierno, el peor de la historia desde la vuelta a la democracia como ha sido señalado por distintos medios nacionales y extranjeros, intenta responsabilizar a los enemigos de Chile, con los cuales alucina una en guerra permanente, para ocultar su ineficacia.

Es cierto, desconocerlo sería injusto. Le toca un difícil segundo periodo. A partir del 18 de octubre 2019 el estallido social marca un rumbo diferente. Más de 2 millones de chilenos y chilenas salieron a reclamar por mayor igualdad, dignidad y justicia social.

Sufre el virus Covid-19, con toda su intensidad. Las estadísticas son duras, muy cuestionada por el Colmed y su sólida presidenta, denunciando reiteradamente los errores cometidos por el ex ministro Mañalich, dado a su permanente desprecio e intransigencia.

Somos un país pequeño ubicado al fin del mundo, desgraciadamente contribuimos con 855.785 contagiados y 21.077 fallecidos, hasta ahora y con una acelerada tendencia a seguir subiendo, a pesar de la exitosa campaña de vacunación masiva y gratuita.

Paris, el ambicioso sucesor, que después de otorgar permisos para salir de vacaciones tras cuarentenas obligadas, enfrenta una segunda ola a una velocidad de 5.000 contagios y 100 muertos diarios. Promedio que no se veía desde el peak de la enfermedad en junio de 2020, con un negro panorama que se nos presenta durante este invierno.

Así las cosas, vamos de mal en peor. Urge un cambio no sólo de estrategias sanitarias, si no de la cabeza, que mal dirige el proceso, donde error tras error le cuesta al país, inocentes vidas humanas.

El pimpón de las comunas en cuarentenas más parece una suerte de cachipún que una verdadera barricada a la enfermedad que se pretende erradicar, las cifras que escuchamos a diario, de parte de las impertérritas autoridades del Minsal dejan mucho que desear. Todo indica que algo huele muy mal.

Debemos remar con un mismo fin y sano propósito, el objetivo es Chile y más nada. El espejo de esta cruel realidad nos conduce a un momento crucial que vivimos como sociedad donde los dos bandos irreconciliables son la profunda división de la otrora gran familia chilena.

Por ello la respetable señora democracia corrió peligro. Despertándose abruptamente de una dolorosa pesadilla, percatándose que su ambiguo esposo, el pueblo, la había abandonado y que sus hijos se estaban peleando entre sí por lo poco o mucho que este matrimonio mal avenido, había acumulado las tres últimas décadas de convivencia pacífica.

El país está paralizado. Sin rumbo alguno. Todas y cada una de las soluciones son de parche, peor aún, llegan tarde, como si el patrón de fundo estuviera regalando algo de su exclusiva propiedad, dejando un hilo amargo en la epidermis en cada uno de los afectados.

La gente silenciosa junta rabia, juegan con sus necesidades básicas, las tramitan en los hospitales públicos. Autoridades inescrupulosas de salud son acusadas por la Contraloría General de la República, ante tanto escándalo, que conocemos a diario, gracias a las distintas plataformas en internet.

Las compras de insumos en mal estado o adquiridas en el mercado paralelo. El arriendo de residencias sanitarias un chanchullo, que le significó el cargo al ex subsecretario de Redes Asistenciales, equipos de respiradores que nunca fueron adquiridos. Contratos mal hechos, con paga doble, donde familiares de los apernados de siempre siguen haciéndose el pino, con los escasos recursos fiscales.

Mientras tanto el esforzado personal de salud, de primera línea, reclama airada y públicamente las pésimas condiciones con las que les toca trabajar, intentando salvar de las garras del Covid a la mayor cantidad de condenados con el letal virus.

Muchos de ellos médicos (as) enfermeras, tens, choferes de ambulancias, tecnólogos, personal administrativo y auxiliares. Héroes anónimos que ya engrosan la larga lista de fallecidos, ellos pasaran al triste olvido cuando la pandemia sea un mal recuerdo.

Si de corrupción se trata, algunos hablan muy bajito, para no perder la pega o el suculento sobresueldo, como por la investigación hecha por la CGR, que detecto sobre un 44% de sobreprecio en la compra de la famosa "cajita feliz" que el Gobierno repartió con bombos y platillos a las familias de menores recursos.

No sólo se jugó con el hambre del pueblo, también con la calidad y cantidad de los alimentos básicos, para alimentar a una familia de 5 personas. Una actitud vil. Las adjudicaciones se la llevaron las mismas cadenas de supermercados, cuyos dueños son cercanos a la cúpula gubernamental.

Es de esperar que el día de mañana no nos encontremos con otro pastelito cuando conozcamos el precio de las vacunas que el Estado chileno ha comprado a los distintos laboratorios para inocular a lo menos a la 80% de la población nacional.

Casos de malversación tenemos de sobra en el gobierno de turno. En las FF.AA. con generales formalizados. En Carabineros con un desfalco de sobre 30.000 millones de pesos. En las iglesias, con acusaciones gravísimas de pedofilia, En las municipalidades con contratos y adjudicaciones todas aceitadas de rey a paje, hasta la ANFP con dirigentes escapados de la justicia y viviendo a sus anchas en Miami.

Todos metidos en un mismo saco de podredumbre asquerosa, cuyo mal olor inunda gran parte de esa familia chilena cansada de tanto abuso y prepotencia.

El verdadero espejo de la realidad, será cuando dejemos de vernos en él, como si fuéramos los tigres del Asia, cuando apenas somos unos débiles cachorros.

Es hoy el trabajo que deberá guiar el bien común por sobre el interés particular para plasmarlo en una nueva Constitución que sea la casa de todos y todas.

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