El huevo de la serpiente

Ingmar Bergman filmó y puso a disposición del público su película “The Serpent’s Egg” el año 1977. Una historia protagonizada por David Carradine, Kung Fu, Kill Bill y Liv Ullman, la musa de Bergman, con un relato acontecido en el Berlín de 1923. Pobreza y Marginalidad, entre otras cosas. Un “señor corales” y una chica de cabaret en un mundo que se desmoronaba. 

El huevo de la serpiente tenía como característica singular un trabeculado de su cáscara, que permitía visualizar el embrión en gestación. Es decir, todos podían ver qué era eso que se estaba gestando y cómo crecía. El espectador también podía verlo.

Y también podía ser testigo, al mismo tiempo, del ambiente social donde este huevo había sido puesto. Podía incluso reconocer las causas del asunto en gestación en el acontecer de este viejo Berlín: el Nazismo ya se encontraba en curso, en medio de una situación social desesperanzada. 

Éramos testigos de cómo todos contribuían a crear las condiciones para esta gestación trágica, obvia e inevitable. El deterioro institucional, la polarización política, el estancamiento económico, la corrupción, todo seguía su lento y dramático curso.

Ninguno de los actores sociales de la época parecía echar pie atrás, envueltos en sus mezquinas convicciones, facilitando el paso a la demagogia y al populismo.

Cual más, cual menos, preconizaba a voz en cuello sus creencias y descalificaba las del prójimo, con una buena cuota de irresponsabilidad adolescente. Todos se acusaban entre sí y así se desataba la violencia. 

Hoy el ex Presidente Lagos, otrora ninguneado políticamente por sus camaradas, llama a un gran acuerdo nacional.

¿A quién le importa tal cosa?, nos preguntamos. ¿Quién es él?, ¿De qué diablos habla? Los “millenials” levantarán una ceja y le observarán con sospecha en las páginas de la prensa escrita. 

Desde la retroexcavadora es que ya no nos damos tregua. Sin embargo, compatriotas, no podemos negar que ya tenemos a la vista nuestro propio “huevo de la serpiente”. Ahí está, en embrionario desarrollo.

Algún historiador dirá a la prensa que Chile todavía tiene los recursos para impedir que este germen alcance su estado de madurez.

¿Entonces nada haremos para impedir su eventual exitosa evolución?

¿Acaso no es éste un tipo de embarazo que, en una sociedad madura e inteligente, vale la pena interrumpir? 

Vamos a tomar asiento y a conversar. Hay muchas cosas en que es posible concordar.

Un cigarrillo, tal vez, me odiarán los salubristas, o una copa de vino, de ese que tenemos tanto.

Chile puede construir un futuro mejor, en ambiente de mutuo respeto y buena convivencia. Podemos construir comunidad, crecer y desarrollarnos.

En todas partes se cuecen habas, por cierto, qué duda cabe, pero en todas partes hay también gente con altura de miras y amplia perspectiva.

Y ahí me parece una pieza fundamental el rol que cabe a la política. Interesa el acceso al poder, así funciona la democracia, pero nunca al costo de comprometerla. Puede sonar ingenuo, pero es necesario echar cenizas calientes sobre el huevo que se gesta.

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