El temor a "republicanitos cobardes". El comportamiento del Partido Republicano es bastante predecible: cuando se embarcan en una iniciativa es porque llegarán hasta el final. Ganar o perder les importa menos que mantener a todo evento su propuesta original. Astucia no les falta y aprenden de los golpes, así que prefieren guardar silencio acudiendo a pretextos antes que tener que maquillar sus opiniones. Negarlas está fuera de lugar porque lo que repudian de la derecha tradicional es su propensión a negociar. Por estos lados negociar rima mucho con traición. Tranzar los horroriza.
Esos dos movimientos, hablar con dureza o callarse para no producir un amplio rechazo, les parecen aceptables. Lo que de ninguna manera les está permitido es el retroceso. Esa es su índole y eso también los hace vulnerables. Una vez que han dado un paso asumido públicamente, ya no tendrán forma de desdecirse.
Bueno, esa es su pauta de comportamiento en público. Matthei parece creer que, cuando operan a cubierto, pueden emplear métodos bastante más oscuros, pero eso no se ha podido comprobar. Sería bastante coherente con el comportamiento que hemos descrito, pero, repito, no se ha probado. Por eso sabemos que ahora que se han jugado por poner fin al préstamo de los trabajadores al Estado, contenido en la reforma previsional ya no se detendrán. Saben que el día que lo hagan, podrán escapar de un problema, pero habrán perdido su alma y su impulso vital se habrá detenido. Prefieren sucumbir antes de ser llamados "republicanitos cobardes".
El problema con la postura que asumen es que, más temprano que tarde, la manera como lo está formulando su líder en esta campaña llegará a ser insostenible. Como se recordará, Kast ha resumido su posición diciendo que "no venimos a administrar la mediocridad, sino a hacer un cambio radical", y que eso se expresa en que ellos, como ningún otro sector, están en condiciones de hacerlo porque tienen "la voluntad, el carácter y la decisión de hacer el trabajo".
Lo curioso del caso es que esta aguerrida declaración se combina con el anuncio de que se necesita de un gobierno de emergencia nacional por lo que se toma la decisión de abordar únicamente los temas que entienden de interés ciudadano, tales como seguridad, empleo, salud y vivienda. Nos dicen que no tocarán en esta oportunidad los asuntos que en la ocasión anterior les hicieron perder la elección en segunda vuelta, los llamados temas "valóricos". Todo se justifica por la emergencia.
De los calladitos no es el reino de los cielos. Los herederos de quienes en el pasado inventaron la "democracia protegida" en dictadura, han creado ahora el "candidato protegido", que pretende hablar de lo que quiere porque asegura que de lo demás no habrá tiempo de preocuparse. Esta pretensión es, obviamente, imposible y no es cosa de esperar a que lleguen al gobierno para que quede claro, sino prontamente durante la campaña.
Los gobiernos no están pensados para hacerse cargo de los asuntos que quieren atender, sino de los que se hacen presentes, muchos de los cuales no fueron ni siquiera imaginados antes de asumir. Por esto tiene importancia la explicitación de las políticas públicas contenidas en los programas de gobierno. No menos importante resulta identificar los criterios que guían a un líder, el estilo que asumirá su administración, el trato que le dará a todo aquel que no sea de sus filas, la capacidad que muestre de llegar a acuerdos con quienes piensan distinto.
Kast no cree que el estallido social tenga su origen en fallas estructurales que subsanar. Fue un acontecimiento delictual de amplias proporciones por parte de quienes querían derrocar al gobierno de Piñera. Injusticia es una palabra que no emplea. Aunque todo se reduzca a una conspiración, nadie se molesta en explicar cómo la derecha en el poder llegó a tal debilidad que haya sido este el único caso, desde el inicio de la transición, en que la caída del gobierno resultara una posibilidad creíble.
La simplificación extrema no da espacio para explicaciones elaboradas ni en este asunto ni en otros. Todo se verá resuelto en base a voluntad y mano dura. La idea de que los gobiernos que hemos conocido no han sido otra cosa que administraciones timoratas, de personas sin el coraje de hacerse cargo de los problemas mayores, a la espera que llegara republicanos para resolver asuntos que no conocen en profundidad, es pedir demasiado a la inocencia colectiva.
El mayor problema con Kast no está en cómo tratará a los delincuentes, sino en cómo tratará a los ciudadanos, los que, mayoritariamente no piensan como él. Lo que debiera causar justo temor es el hecho que alguien tenga que recurrir al silencio para no perder votos.
¿Qué tal si partimos por la verdad? Nada bueno se podría decir de las demás candidaturas si dejan que existan temas censurados o no debatidos. Y no hay algo mejor para obligar a otro a pronunciarse que definir la posición propia, emplazando a los otros competidores a hacer lo mismo. Un poco de actuar común impondría reglas de facto. Tenemos como país una rica red de organizaciones sociales dedicadas a los más diversos temas de interés. Ellas también necesitan saber qué pueden esperar de la próxima administración.
Puede que Kast no quiera hablar, pero eso no quiere decir que antes no haya opinado y siempre se puede inquirir si sus opiniones siguen vigentes. Una guerra sucia consiste en difundir falsedades, una contienda limpia consiste en difundir verdades. Nadie puede protestar porque se le pida consistencia.
Aclarar la guía de conducta de un aspirante a la Presidencia tiene un doble valor cuando se trata de alguien que no puede mostrar ninguna experiencia práctica en los temas en los que se declara el experto más adecuado para hacerles frente. Todos sabemos que es en las galerías de los estadios donde se encuentran los mayores convencidos de saber cómo se gana un partido. Su entusiasmo solo es igualado por su falta de experiencia.
Si, además le preguntamos al entusiasta en qué basa su confianza y nos dice que en su firme voluntad de hacer lo que haga falta, lo miraríamos con bastante sospecha. Si, por si fuera poco, guarda silencio sobre aspectos complejos del juego, lo dejaríamos de escuchar. Lo que se aplica en pequeño, también sirve en lo grande.
Tanta apelación a la voluntad y tan poco respaldo en hechos resulta frustrante. Kast habla mucho, pero, después de escucharlo, nos damos cuenta de que sabemos bastante poco de él. Lo único seguro con quienes se tienen que poner piel de oveja es que, bajo la cubierta, no encontraremos una oveja.
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