Guía para antipatriotas en septiembre

La mirada de Piñera sobre la realidad política la ha dado a conocer este fin de semana en una extensa entrevista. Su perspectiva se puede resumir en pocas palabras. 

Según el mandatario, hay una parte de la oposición que está profundamente equivocada, con un ansia incontrolada por volver al poder, que se opone a todo lo que el gobierno hace para que le vaya mal.

Llevarlo todo a la Contraloría"es una estrategia definida y planificada". Es profundamente antipatriota, y no tendrá éxito en su intento de recuperar el poder porque los chilenos "son mucho más inteligentes", y se dan cuenta de lo que pretenden. 

El país, según Piñera, tiene un buen gobierno, pero necesita una buena oposición. El oficialismo, claro, está siempre abierto a dialogar con la buena oposición y, porque no quiere ser estéril está dispuesto a negociar.

Señala el Presidente que la oposición tiene tan malas intenciones que pareció posible un bloqueo legislativo, aunque esas amenazas "se están disipando". Los que no están participando hoy en instancias prelegislativas, lo hacen por "un exceso de calentamiento". 

Reconoce Piñera que el gobierno ha cometido errores, pero lo más relevante es que hay mucha gente decida a magnificarlos. Despacha el nombramiento de Rojas con un simple "no tuvimos conciencia ni nadie advirtió sus opiniones". Considera que del subsecretario Castillo nadie dijo nada cuando fue nombrado subsecretario en su primer gobierno. 

En economía Piñera solo tiene buenas noticias. La economía crece, la inversión sube, aumenta la productividad, mejoran los empleos de calidad. En el segundo tiempo de esa administración son claves los proyectos de modernización tributaria, reforma a las pensiones y reforma laboral. 

Tras tan extensa entrevista la pregunta que hay que hay que hacerse es la siguiente, ¿qué amigo o que nuevo aliado ganó Piñera con esta presentación? Porque la mano tendida no es para nadie, al frente todos están equivocados ya sea por intención o actitud, y no hay una sola rectificación que se haga necesaria por parte del gobierno. En una palabra, lo que ha decido es encastillarse, mantener posiciones y buscar apoyos dispersos. 

Según Piñera, se necesita un buen gobierno (que ya tenemos) y una buena oposición (que no tenemos). La ciudadanía parece pensar otra cosa. En las encuestas, apoyo y desaprobación de gobierno están prácticamente pegados. 

En la última encuesta Adimark, la aprobación del Presidente (siempre más alta que la de su gobierno) es de 47% versus 42% de desaprobación. Los que realizan la encuesta señalan que esto se debe a "frustración de expectativas asociadas al desorden, muy relacionado con su gabinete" y a "frustración de expectativas asociadas a la economía". Nada que se deba a la oposición, todo relacionado con el desempeño del gobierno. 

En la encuesta Cadem que analiza los primeros seis meses de gobierno, queda claro que el gobierno baja más su apoyo por los errores de sus ministros y la salida obligada de Rojas que por el conflicto con la oposición por el salario mínimo. 

Según las últimas encuestas, el desgaste más pronunciado del gobierno de Piñera se da entre los hombres, los jóvenes, los que viven en regiones y entre quienes se definen como independientes y de centro. 

La llamada “luna de miel” había terminado en junio. Desde ese momento hasta ahora, es decir en dos meses, ha perdido una quinta parte de su apoyo original. Si esta tendencia se mantiene, ante de que termine el año, el apoyo de Piñera habrá vuelto a las dimensiones de respaldo que tradicionalmente le conocemos a la derecha. Es decir, habrá perdido su atractivo para los demás sectores. 

A lo mejor la oposición se demora mucho más en recoger ese descontento y convertirlo en respaldo. Pero, de seguro, ese espacio para recuperar fuerza ha quedado abierto. Esto se debe mucho a la actuación de Piñera. 

El presidente se ha metido en un callejón sin salida. Simplemente no sabe cómo relacionarse con la mayoría opositora en el Congreso. Sorprendidos por este hecho tan simple, algunos buscan, tras las declaraciones, las señales de una estrategia tan, pero tan rebuscada, que no la entienden ni aliados ni adversarios. 

Pero el problema de Piñera no es el exceso de sutileza sino la carencia de sutileza. Si quiere ser como Patricio Aylwin, hay que decir que este aprendiz advenedizo está reprobando el curso. 

Piñera está achicando sus grados de libertad originales, sin ninguna necesidad. Está volviendo a las andadas. Está comenzando a hablar de más y a cumplir de menos. 

Esto es un problema. En un régimen presidencial, lo que se espera es que es que el mandatario ponga la vara muy alta a los demás con su actuación. No creo que le podamos pedir tanto a nuestra paciencia. Es más razonable esperar un nuevo volumen de las piñericosas, que su súbita conversión en estadista. El país ya lo entendió y las encuestas lo empiezan a reflejar. 

¿Qué tiene que hacer entonces la oposición? Simplemente, no acompañar a Piñera en su opción por preferir los callejones sin salida. 

Hay que hacer mejor política que la presidencial. Sobre la base de diferenciar muy bien lo aceptable de lo inaceptable, se debe evitar la colisión completa entre poderes del Estado. 

Más allá de si el Presidente está cumpliendo con su parte a plenitud, lo que más importa es lo que favorece al país. Y perder el tiempo nunca lo ha favorecido. Por eso hay que procurar acuerdos aceptables. 

Esto no es del todo imposible porque, aun sin que el Presidente lo facilite en nada, en el oficialismo siempre habrá quienes intenten una aproximación más constructiva. El principio de acuerdo en salario mínimo es una buena señal entregada por la oposición. Nada mal tratándose de antipatriotas redomados.

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