Chile, un país polarizado políticamente, no sólo por las diferencias ideológicas, sino que también por el oportunismo, el individualismo y la carencia ética del mundo político.
Esta polarización política no implica una polarización social, ya que los chilenos no lo están, sino que la lucha encarnizada por el poder, sin consideración del bien común , antepone ideologías e intereses por sobre la patria. Entonces, si es así, efectivamente podríamos referirnos al dilema de patriotas y antipatriotas.
Así como Rosa de Luxemburgo planteó la dicotomía de “civilización o barbarie”, podríamos pensar que simplemente hay quienes en Chile, no piensan en Chile, sino que se inspiran sólo por su fanatismo ideológico y por sus intereses de clase o corporativos. Esto quiere decir, que el diálogo no es honesto sino que es simplemente táctico.
Mientras no emerja una nueva cohorte de políticos que se imponga por el espíritu de lucha, por el patriotismo y por la decencia y la moral, no habrá posibilidad de salir en el corto plazo del atolladero en que nos encontramos como país.
No se trata de esperar políticos mojigatos, sino que de políticos sinceros y de buena voluntad, criteriosos e inteligentes. Algo muy importante, políticos valientes.
Chile, fue atacado por una acción estratégicamente planificada que dio inicio a una insurrección totalitaria que aún persiste, con menor intensidad, pero persiste.
Sin embargo, debemos ser justos, dicha insurrección no hubiera logrado desplegarse en el tiempo si no hubiera contado con un país estratégica e institucionalmente débil, con una clase política entrópica y con una cohesión moral y social inconsistente, lo que implica que los insurrectos sólo aprovecharon las condiciones previas para llevar a cabo su plan, disfrazándolo de demandas sociales y contando con un gobierno anti-político.
Todo eso y mucho más vaciaron la democracia chilena de sentido e hizo implotar finalmente el sistema de partidos chileno, ya que la representación se diluyó. No por el sistema proporcional que es el mejor sistema, siempre que sea sin pacto, sino que por la perversidad ética de creerse dios por sobre Dios y por sobre la patria.
Junto con la insurrección totalitaria se presenta la pandemia, que sólo confirmó el deterioro ético y político del mundo político, lo que hace más incierto el futuro de nuestra nación.
Ante tal oscuridad, Chile sabrá reconocer quien dará certezas para liderar un proceso de salvación y emergencia nacional, teniendo claridad que los antiguos políticos son sus propios sepultureros.
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