La batalla final

Sergio Velasco
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El 5 de octubre de 1988, para todos los chilenos y chilenas, fue una jornada estresante, agotadora, impredecible.

Nos enfrentamos a un plebiscito, después de largos 17 años de dictadura, que pretendía prorrogar por 8 años más el poder absoluto del capitán general Augusto Pinochet Ugarte.

Vivimos una contienda electoral muy desigual, así y todo, los ciudadanos y ciudadanas, logramos  deponer nuestras  viejas y odiosas diferencias, que tanto daño le hizo a la democracia, hasta irremediablemente perderla, sin que ni siquiera sospecháramos  de las funestas consecuencias posteriores a la que fuimos  sometidos. 

Logramos  constituir un gran frente opositor, salvando muchas veces difíciles obstáculos, deponiendo  falsos orgullos. Heridas profundas, que marcaron para siempre a muchas familias, todo por y para un interés superior, Chile.

Los  resultados, son conocidos por todos, la historia lo registra así, aunque parezca increíble, sin disparar una sola bala, con un lápiz y una rayita.

El NO obtuvo un  54, 7 % y el Sí un 43 %,

Un lívido subsecretario del Interior Alberto Cardemil, cerca de las dos de la madrugada, emite el boletín definitorio, cuando ya, el general  comandante de la Fach, Fernando Matthei reconoce la derrota, lo mismo hace Sergio Onofre Jarpa, ministro del Interior, esa misma noche, en un programa de televisión, con Patricio Aylwin, líder indiscutido de los partidos y movimientos sociales que lucharon por el retorno a la libertad la democracia y la paz.

Antes el general-dictador llamó a sus comandantes en jefes, a su despacho, para que estos, le firmaran un decreto, que anulara  la elección y le otorgara poderes absolutos.

La reacción primera fue de incredulidad, la segunda fue de una negativa total, impidiendo que Pinochet sacara a los soldados a la calle, para ejecutar una matanza genocida.

Algunos actores de última hora, pretenden atribuir el triunfo a la magnífica franja del NO.

Seguro que ayudó y mucho, desconocerlo sería infantil, hasta estúpido, pero tenemos que rendir  el legítimo  reconocimiento a los miles de compatriotas que dieron su vida para que llegara este momento, tan anhelado  y necesario para el país.

Con ello me  estoy refiriendo a los héroes anónimos, a los jóvenes que cayeron en las poblaciones durante las protestas, a que convocó el   sindicalista del cobre, Rodolfo Seguel, arriesgando su pellejo y el de su familia.

A Manuel Bustos, el relegado, que logra reconstituir la CUT, para enfrentar los reiterados atropellos y detenciones arbitrarias, a los trabajadores y trabajadoras  con llamados a Paros Nacionales, golpeado y encarcelado, innumerables veces.

Desconocer el inmenso aporte unitario de los estudiantes universitarios que con agentes de la CNI encima, en sus propias narices reviven la Confech, desafiando a sus Rectores delegados, eligiendo a sus representantes, constituyéndose en un movimiento estudiantil masivo como una fuerza constante imparable de repudio antes los crímenes cometidos a diario, con sus compañeros.

El despertar de los Colegios Profesionales, encabezados por el doctor Juan Luis González y otros muchos médicos dirigentes de la Orden profesional, que hizo que la inteligencia chilena no podía seguir avalando, por complicidad u omisión, la  enceguecida brutalidad  y la corrupción de la clase gobernante, donde el Estado chileno estaba siendo esquilmado, por adláteres del oprobioso régimen de facto.

Una mención especial para las valientes mujeres, que en distintas organizaciones de base, comienzan a rebelarse ante las injusticias, frente al dolor de no saber hasta hoy en día, donde están los cuerpos de sus seres queridos, donde están los detenidos desaparecidos, sufriendo como su esposo, el hijo, la hija, tenían que salir fuera de su patria para seguir viviendo.

El asesinato del periodista “Pepe”  Carrasco, acribillado con 13 balazos, editor internacional de Revista análisis, la detención de Jaime Moreno Laval de Radio Chilena, la persecución a Guillermo Muñoz Melo  director de prensa de la  Radio Cooperativa y las reiteradas clausuras a las  revistas  y radios de oposición.

Son sólo algunos hechos y mártires de los miles de todas las edades y condición pavimentaron el camino para que el cinco de octubre, los chilenos pese al miedo dijeran No.

El resultado del NO, fue el principio del fin del Dictador Pinochet y sus secuaces en el poder, batalla que aún no termina,  sino que recién comienza.

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