Confiar la conducción del país a una determinada persona no es una decisión simple. Menos cuando, como ocurre en Chile, están en juego decisiones tan importantes para la sociedad como la gratuidad y la calidad en la educación, un mejor trato para los trabajadores, el necesario reenfoque del sistema previsional y la sana discusión sobre una nueva Constitución, por mencionar sólo algunos temas que han sido impulsados con fuerza por el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.
Hoy resulta claro quiénes defienden y quieren profundizar estos cambios y los que se sienten más cómodos ofreciendo la opción de desmantelar lo realizado. Son los mismos que están dispuestos a impedir el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto, y no quieren alterar las AFP ni modificar la Ley de pesca.
Si pudiéramos aventurar un diagnóstico médico, podríamos decir que la derecha sufre un trastorno de personalidad “disociativa”. En su interior conviven distintas personalidades que no siempre son coherentes entre sí. Es un problema que le impide la maduración y el desarrollo de una única identidad coherente.
Así, mientras una de sus personalidades afirma respetar las normas de la democracia, la otra está dispuesta a concurrir al Tribunal Constitucional cada vez que, producto de esa misma democracia, sus ideas no cuentan con mayoría en el Congreso a la hora de legislar sobre temas sensibles para la sociedad.
Ejemplos de esta conducta sobran: La derecha y su candidato criticaron hasta el cansancio el manejo de la economía por parte del Gobierno, pero el día en que el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés dejó su cargo, el cuestionamiento apuntó al Ejecutivo por dejar ir al jefe del equipo económico.
Si bien el ejercicio de criticar a la Presidenta Bachelet se ha convertido en una de las principales obsesiones de la oposición, llama profundamente la atención que durante las visitas de la Mandataria a regiones los parlamentarios UDI y RN no fallen a la hora de fotografiarse junto a la jefa de Estado, ya sea inaugurando un jardín infantil, un hospital, un camino o una comisaría.
Queda claro que, para la derecha, la disociación no es un problema y ni siquiera es un inconveniente.
Hace pocos días, una conocida universidad encuestó a los chilenos haciendo una sencilla pregunta. ¿Qué candidato a la presidencia cree usted que se quedaría con un vuelto mal entregado? La respuesta fue clara. La mayoría cree que Sebastián Piñera faltaría a una tan básica norma de probidad.
Entonces, es importante preguntarnos si queremos que a Chile lo gobierne un sector político que en un día afirma que algo es malo y al otro dice que es bueno.
La respuesta a estas simples preguntas puede dar una señal clara respecto de la decisión que usted deberá tomar el próximo 19 de noviembre.
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