La diferencia central entre la antigua y nueva Constitución es la igualdad-desigualdad

La Constitución actual se basa en el derecho a la propiedad y la preponderancia de la actividad individual y su libertad para emprender proyectos de propiedad privada (libertad económica), vertical (capitalista), mercantil (lucro económico) y descarta el emprendimiento y propiedad colectiva horizontal solidario en su actividad productiva y distributiva, y por ende el sistema estatal productivo y distributivo e incluso el verdadero sistema mixto estatal-privado.

Es un modelo individualista oligárquico, versus un modelo colectivo democrático (con democracia igualitaria real). El modelo oligárquico, capitalista vertical agranda la desigualdad socio-económica-cultural.

El INE (desde el Boston Consulting Group) publicó que los 140 más ricos de Chile se reparten el 18% de la riqueza (patrimonio invertible líquido) del país. Calculemos la inequidad. Estos 140 son adultos, supongamos que hay 14.000.000 de ciudadanos adultos equiparables a esos 140 ¿Cuánto más que cualquiera de esos ciudadanos o de un ciudadano promedio reciben esos 140? Calculemos: 140 reciben 18% de la riqueza y 14.000.000 reciben el resto 82%. Distribuyamos el porcentaje de la riqueza en el número de personas 18/140 = 0,1285714 y 82/14.000.000 = 0,00000586; terminamos dividiendo la primera cifra por la segunda 0,1285714/ 0,00000586 = 21.941 veces más. Redondeando, los 140 reciben una fracción de riqueza que es 22 mil veces más que la que recibe un chileno promedio. Horroroso, cruel y violento. La Constitución y las leyes actuales permiten, posibilitan y fomentan esta desigualdad. No puede ser de otro modo, al mantener la propiedad, el poder, la información y el ingreso asimétricamente distribuido donde unos pocos tienen decenas, cientos, miles y más veces, de cualquiera de estas características, que el resto del país. La justicia distributiva, retributiva y procesual son cero.

Podríamos trabajar con el ingreso y sería similar. Países desarrollados como Francia, Canadá y países nórdicos se enorgullecen de una distribución más equitativa donde el 10% más rico recibe el 30% del ingreso. Apliquemos el cálculo anterior: 30% sobre 10% = 3 y 70% (100%-30%) sobre 90% (100%-10%) = 0,7778; la división entre ambos 3/0,7778 = 3,86 veces. El 10% más rico recibe 3,86 veces más que el 90% restante de la población. También irritante e injusto y necesario de corrección. En Chile ese 10% más rico acumula el 76% de la riqueza global, es decir 28,5 veces lo que recibe el resto del país, y 251,3 veces lo que recibe el 10% más pobre. Esto es inaceptable desde cualquier punto de vista e inmoral desde la igualdad del derecho a acceder a la riqueza en Chile. Esta situación vuelve la igualdad frente a la ley o al derecho una burla hacia el pueblo chileno.

Se dice que la dictadura cívico-militar y el periodo post-militar pseudo-democrático han sido uno de los más prósperos. Hubo crecimiento económico grande, más ingreso per cápita, al parecer ¿más desarrollo?, pero a costa de una desigualdad nunca vista en Chile. Parece que la cabeza de esos 140 es 22.000 veces más grande que la del resto del país, y la de ese 10% más rico es 251,3 veces más grande que la del 10% más pobre. Este es el periodo de mayor explotación del trabajador, y desigualdad de acceso a los bienes que pertenecen a todos, en la historia de Chile.

¿Cuál es la causa? El sistema capitalista y la ideología pseudo-liberal y pseudo-neoliberal asociada. Repetiré el ejemplo para que no quede duda. Un país con dos personas un trabajador (50%) y un empresario capitalista (50%). Después de pagar todos los gastos de funcionamiento de la empresa país, queda $1.000.000 para distribuir en salarios del empresario y del trabajador. Como el empresario distribuye (poder vertical asimétrico) determina que el trabajador reciba $ 100.000 y él se deja $900.000. La diferencia es $800.000 que asimilamos a la explotación (ganancia no repartida simétricamente). El mentado Gini es: 50% recibe el 10% de la ganancia y el otro 50% recibe el 90% de la ganancia. El límite de la pobreza es $150.000, bajo el cual está el trabajador que reclama más salario. El patrón le dice trabajaremos más, produciremos el doble y saldrás de la pobreza. El año siguiente la ganancia es el doble: $2.000.000. El patrón distribuye igual porcentaje: $200.000 para el trabajador, sale de la pobreza y $1.800.000 para él. La explotación aumentó al doble también = $1.600.000, el Gini (que no mide desigualdad absoluta) quedó igual (50% recibe 10% y 50% recibe 90%); los economistas ven crecer la economía (del patrón mucho más que la del trabajador) y aplauden el modelo. El empresario dice al trabajador: no creas que has ganado mucho, me devolverás esa ganancia en energía, agua, gas, televisión y casi todos los objetos del hogar porque yo también soy el dueño de esas empresas ¿Atroz no? Tú, crees que estás en democracia; pamplinas. Estás 9 horas diarias en mis empresas capitalistas donde yo impongo todo; sales de ellas y tomas el Transantiago también capitalista, donde nada decides; vas al mercado y sigues una vida que yo pauteo, llegas a la casa y crees decidir algo libremente, no tanto porque tienes que preocuparte de la salud y escuela de tus hijos que son empresas también capitalistas, porque las públicas no llegan a ninguna parte ¿Qué decides tú? Casi nada, votas por presidente, alcalde, parlamentarios, etc. pero todos están tarde o temprano a mi servicio y no tienen en realidad ningún poder, algunos podercillos para decidir intrascendencias contingentes, que no le hacen cosquillas a este sistema de poder. Este sistema capitalista aceptado acríticamente esconde o niega esta desigualdad e inventa índices que no la miden.

Todos aceptan el sistema y pocos reclamamos contra el núcleo central que genera la injusticia. El infantilismo marxista propuso eliminar a los ricos y tomar el poder para entregárselos a ¿Quién? Bueno, a los jerarcas del partido, y lo estamos viendo. La solución es terminar con toda verticalidad y entregar la producción y distribución de riquezas, a ¿Quién? Bueno a todos y por igual; todos somos el Estado que es la organización del y para el bien común de todos. El liberalismo y neoliberalismo no pueden tomar esta decisión, porque para estas doctrinas no hay bien común; solo hay bienes individuales yuxtapuestos.

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