Reflexiones sobre lo que viene y lo que debieran hacer los sectores progresistas

Un buen amigo me ha preguntado ¿Cómo ves las cosas y qué piensas que debemos hacer? Mi respuesta preliminar, fundada en una primera intuición, es ésta.

Ante un terremoto electoral, es normal que en las primeras semanas entre la ciudadanía y los dirigentes predominen las recriminaciones, la identificación de culpables de la derrota y el aprovechamiento de los resultados por los presuntos triunfadores. Espero que en las próximas semanas vivamos un periodo de descarte de las posiciones simplistas, la de un sector conservador que pretende reemplazar una Convención por un grupo de expertos; y la de un sector radicalizado que amenace intensificar las protestas o hechos de violencia. En seguida, vendrá un tiempo de análisis más profundo de las causas coyunturales o estructurales de los resultados de ambos plebiscitos, y del periodo más reciente 2019-2022. Interpretar bien la voluntad popular, con serenidad y proposiciones, es indispensable para sacar lecciones y construir el futuro.

Los meses que vienen exigirán de los representantes políticos -Parlamento, Ejecutivo, gobernadores, alcaldes y líderes sociales- el trazado de una estrategia que aborde dos problemas mayores: cómo ayudar al diseño y aprobación mayoritaria de una nueva Constitución y cómo elevar la capacidad de gobernar y resolver los principales desafíos.

Mi opinión es que la prioridad política es fortalecer la idea de una nueva Convención, pues es una condición esencial de legitimidad para la validez del proceso y su consiguiente afianzamiento en este nuevo siglo. Aunque tome tiempo, es mejor que la prisa o la tentación de meter los problemas bajo la alfombra.

Simultáneamente, urge gobernar bien. Para lograrlo, el gobierno debe separar el proceso constitucional de su gestión y concentrarse en su labor más urgente. Debe colocar el mayor esfuerzo en la seguridad y el orden público. Este tema es crucial. Estamos viendo formas de criminalidad desconocidas, activación de grupos anarquistas que manipulan a estudiantes, empleo de tecnologías digitales para subvertir el orden democrático, grupos minoritarios mapuches rebelados conta el Estado de Derecho. Y Chile no parece poseer las capacidades técnicas ni la formación profesional para enfrentar estos desafíos. Reformas para mejorar, nuevas políticas y preparación son una tarea mayor de las policías y de toda la sociedad.

Y concentrarse en acordar pronto las reformas fiscales, pensiones y salud. No encarar los temas de inflación, desempleo, lento crecimiento o decrecimiento sería caldo de cultivo para la frustración. Hay que actuar rápido.

Para esta nueva etapa de gobierno se requiere una convocatoria a todas las fuerzas de centroizquierda, las que estuvieron a favor del Apruebo para corregir o del Rechazo para una nueva, y avanzar juntos hacia sectores de centro y centroderecha para reunir las mayorías. Y también estimo necesario priorizar y ajustar el programa de gobierno en el marco de una estrategia más larga. Todo ello, por cierto, ello exige mayor cohesión y amplitud del Socialismo Democrático.

Esta tarea no será fácil. Tendrá repercusiones en Apruebo Dignidad, que puede perder su cohesión. Por un lado, el PC puede ceder a la tentación de un pie adentro y un pie afuera. Por otro lado, el Frente Amplio es una amalgama dispersa y debería iniciar un proceso de fusionar sus grupos y crear un partido más disciplinado, aunque fuere pequeño, que se abra a convivir en coaliciones mayores y que se alinee sin ambages con el Presidente.

Finalmente, los sectores reformistas que votaron Rechazo no pueden caer en la ingenuidad de creer que estamos ante a una nueva derecha, dispuesta a facilitar los cambios con prontitud. Esa es una disputa abierta, pues los rasgos atávicos pesan bastante y la derecha joven tiene aún que abrirse espacio para el futuro.

El objetivo es mover al país entero a posiciones convergentes, con un piso básico de acuerdos para facilitar los cambios, un entendimiento de centroizquierda con sectores de centroderecha, al tiempo que se aporte decididamente al gobierno para elevar su capacidad de gestión gubernamental. Así veo las cosas hoy.

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