Chile y Bolivia son países complementarios con un enorme potencial de cooperación económica en sectores como el energético, los alimentos y el comercio de servicios. El Norte de nuestro país y el Occidente de Bolivia, por ejemplo, constituyen una región de escala mundial en ciertos minerales e importantes recursos hídricos. En este contexto, la resolución de la Corte Internacional, es una oportunidad para retomar nuestra relación económica e impulsar proyectos de beneficio mutuo.
Si el tema marítimo tomase un curso razonable y una conducción político-diplomática apropiada, podríamos generar condiciones mínimas de certidumbre para avanzar en tema económicos bilaterales y regionales que generen progreso e integración en beneficio de ambos pueblos. Esta es una labor a la que están convocados todos: los gobiernos, los empresarios, la sociedad civil, y los dirigentes que deben asumir este desafío.
Bolivia desde el año 2007 goza de condiciones de acceso preferenciales en el mercado chileno, ningún producto de ese país paga arancel al ingresar a Chile. Ello significó, inicialmente, un aumento importante de las exportaciones bolivianas.
Sin embargo, el comercio bilateral se ha mantenido más bien estancado los últimos años. Esto refuerza la convicción que para ser competitivo los desafíos son múltiples y sistémicos, y a la vez, es otra manifestación de la brecha que pierden nuestros países, por el deterioro de la relación política bilateral.
Por otra parte, Bolivia es el destino Nº21 de las inversiones chilenas directas en el exterior. En el período 1990-2016 el monto de IED alcanzó los US$142 millones, cifra que representa tan sólo el 0,1% del total de las inversiones chilenas en el extranjero por lo que existe un gran tramo por crecer.
En suma, el limitado volumen comercial e inversiones recíprocas es un pasivo en la relación bilateral que aun no logra contrarrestar el impacto del diferendo político entre ambos países. Por ello, en la medida que no aumente la interdependencia económica, el conflicto territorial seguirá monopolizando la agenda bilateral.
Por lo tanto, con voluntad, hay que aprovechar el momento pos fallo. Algunas áreas que pudieran explorarse para mejorar y profundizar esta relación económica, son fundamentales.
1) Si bien es cierto que la implementación del libre tránsito de las mercancías bolivianas le significan un costo a Chile, el comercio con Bolivia también es un factor esencial para las economías regionales, tanto de Arica, como de Iquique. Por ello, la profundización de esta relación comercial sin duda es de beneficio mutuo.
2) Organizar actividades de promoción comercial bajo un nuevo paradigma que permita la complementariedad entre las ofertas exportables de ambos países teniendo como objetivo el incremento del comercio bilateral global.
3) Promover proyectos de encadenamientos productivos entre empresas de ambos países que generen cadenas de valor regionales y se proyecten de forma conjunta en los mercados internacionales.
4) Propiciar un mayor contacto y vínculos entre empresarios de ambos países, con especial consideración en los pequeños y medianos, y en las empresas de las regiones del norte de nuestro país.
No se trata de aplicar nuevamente una política exterior de “cuerdas separadas”, sino más bien retomar un impulso perdido que conviene a ambos países. Una mejor relación económica bilateral, contribuirá a lo que, más temprano que tarde, es el imperativo de retomar la normalidad en la relación entre dos socios y países hermanos.
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