Puede ser muy prematuro una respuesta afirmativa, sin embargo en el contexto del diálogo “2 + 2” desarrollado entre los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa de ambos países durante el presente año, se dio paso a un entendimiento que ha permitido el primer ejercicio militar conjunto entre las tres ramas de la defensa (Ejército, Armada y Fuerzas Aérea).
Luego de los desencuentros vividos en nuestra historia reciente en el contexto de las reivindicaciones territoriales peruanas presentadas, primeramente respecto de la frontera marítima ante un tribunal internacional y, posteriormente, el reclamo por el triángulo terrestre, ambos países han manifestado su voluntad de incrementar los lazos de cooperación en el ámbito de la seguridad y defensa.
Esta nueva agenda de confianza y cooperación mutua pudiera ser presentada como el inicio de un proceso de construcción cooperativa cuyo pilar central es justamente la seguridad y defensa. La finalidad de este proceso desde la disciplina de las relaciones internacionales, es la estabilidad política regional.
Este tipo de cooperación representa un esfuerzo por avanzar en las condiciones que permiten ascender en la estatura político – estratégica de ambos países.
En efecto, esta cooperación internacional se presenta como deseable para el desarrollo, ya que facilita las actuaciones de actores públicos y privados y se plantea como una estrategia para que países del sur tengan una mejor performance para relacionarse con países del norte. Además fortalecen el reconocimiento de intereses comunes.
André Beaufe sostuvo que la cooperación en el ámbito de la seguridad y defensa es el arte de la dialéctica de las voluntades, por lo tanto es capaz de promover una mejor articulación política destinada a resolver problemáticas conjuntamente, adquiriendo una mirada o enfoque regional.
En definitiva, es un paso en la dirección a enfrentar los riesgos y amenazas de manera común, siendo por ello más eficientes y eficaces en el empleo de los recursos, sobre todo por integrar las capacidades de los Estados.
Para una seguridad cooperativa no basta con mantener estructuras de la seguridad y defensa sobre una institucionalidad democrática, sino que se requiere de la elaboración y/o identificación de factores comunes ante los cuales coordinar esfuerzos nacionales.
Por último, las diferencias o conflictos históricos entre las naciones no serán reemplazados o superados por un ejercicio conjunto, como resulta obvio. Tampoco es deseable que conflictos registrados durante una historia común intenten ser “sepultados” por agendas novedosas que intenten invisibilizar aquellos asuntos.
No obstante, iniciar un proceso de construcción cooperativa desde la seguridad y defensa entre Perú y Chile tenderá a estrechar las confianzas, y permitiría una agenda más propositiva en materia de intereses comunes relevantes, siendo beneficiarios directos los ciudadanos de ambas países.
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