Últimamente la Política Exterior del Presidente Piñera ha estado bajo el fuego de las críticas. Tanto el Canciller como la coordinación entre el Mandatario y el Ministerio encargado de asesorarlo en materia internacional, han sido cuestionados. Los dardos apuntan principalmente a la errática toma de decisión en situaciones que ponen en evidencia la debilidad de Ampuero como el rol protagónico del Presidente y sus asesores directos.
El análisis de varias decisiones, como el endurecimiento de la postura en temas como la inmigración; el acercamiento a gobiernos de EE.UU. y Brasil; la crítica al funcionamiento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos; el no apoyo al Pacto Migratorio y el Acuerdo de Escazú y, desde luego, el papel dominante que ocupa la crisis venezolana, nos permite observar una cierta constante.
Lo que comparten es el guiño que todas hacen a la extrema derecha. Ayudan a construir una narrativa de país deseoso de ubicarse entre el grupo de naciones dominados por gobiernos nacionalistas y populistas, cuyos ciudadanos han reaccionado en contra de las presiones y desafíos de la globalización con un rotundo ¡‘no!’.
No a la inmigración, no a un sistema multilateral, no a la democracia como un sine qua nondel buen comportamiento en la comunidad internacional.
¿Reflejaría esto un giro importante en nuestra política exterior? Sí y no. Por un lado, es un abandono de la idea instalada de un país abierto al mundo. Por otro lado, las posturas adoptadas tienen mucho más que ver con política interna que externa. Responden a lo que la Moneda, no Cancillería, piensa que le traerá al gobierno beneficios políticos y electorales. He ahí el importante rol adquirido por asesores del Presidente en materias de competencia más propias de Teatinos 180 que del Segundo Piso.
El Presidente tiene el derecho de dirigir la política exterior en la dirección que estime más conveniente a los que cree son sus intereses. “Toda política es local”, solía decir Tip O’Neill, el legendario parlamentario demócrata. Si optan por utilizar la política exterior para mandar mensaje políticos domésticos, es una decisión legítima.
La Moneda entiende que, dado el equilibrio de poder en el Congreso, difícilmente podrá entregarle grandes triunfos legislativos a su flanco derechista y han optado por hacerlo a través de la Cancillería.
Pero el gobierno debe estar consciente de los altos costos. Los países vecinos, los aliados y los competidores en el ámbito internacional, no respetan los ciclos electorales. Permanecerán mañana y pasado mañana.
Recordarán que Chile, en un momento determinado, dejó que su política de Estado fuera cooptada por razonamientos cortoplacistas. Las relaciones internacionales de los Estados no se construyen en un día, pero pueden destruirse en pocos.
Co-autor de la columna, Robert Funk K. Académico Universidad de Chile.
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