Relaciones exteriores y volver a los orígenes: una política de Estado

En su último discurso en la ONU, el Presidente Gabriel Boric ratificó que Chile impulsará la candidatura de la expresidenta Michelle Bachelet Jeria como secretaria general de la instancia internacional, tras el fin del período de Antonio Guterres. El viaje del Mandatario y los trascendidos -sobre si realizaría el anuncio o no- encendieron los ánimos en Chile, en medio de una carrera presidencial. El debate se instaló y los miedos por terminar politizando una instancia de cooperación, entendimiento y paz entre distintas naciones, como es la asamblea de la ONU, se instaló.

Sin embargo, en plena contienda electoral, lo que cabe preguntarse es qué tipo de política exterior queremos para Chile. Porque la proclamación de la expresidenta, no es un hecho que se pueda considerar como aislado.

Tras el retorno de la democracia, y lo construido por más de 30 años, las relaciones internacionales que tuvimos como país fueron consideradas como una experiencia exitosa de reinserción internacional, en el contexto de un país pequeño, aislado y alejado de los centros de poder mundial. La política exterior chilena demostró continuidad, apertura y apego al derecho internacional. No obstante, el escenario actual en un mundo donde abunda el acceso a la información y a la desinformación; líderes populistas que representan los sentires más radicales, hicieron que Chile perdiera el foco.

Por ejemplo, ¿se tuvo una estrategia clara para meditar como política de Estado los inminentes ascensos al poder de Trump en Estados Unidos o de Javier Milei en Argentina, considerando que son líderes atípicos y países fundamentales para el nuestro? Al parecer no. El solo hecho de que la Visa Waiver ha pendido de un hilo durante este gobierno, es la mejor prueba de aquello.

Pero el no tener una estrategia clara es la principal consecuencia de cómo el gobierno terminó por dinamitar la política exterior: desaires a embajadores, constantes emplazamientos a presidentes de otros países no afines, designaciones de embajadores erráticas y, principalmente, con una pérdida de respeto a la estatura y solemnidad que requieren las relaciones internacionales.

Lo que se había sembrado durante décadas terminó por evaporarse durante el mandato del Presidente Gabriel Boric, donde algunos afirman que su política exterior se ha basado en la ideologización y la destrucción de la carrera diplomática por el nombramiento de distintos embajadores cuyos pergaminos no parecieran ir más allá que su cercanía con él. Y es ahí, el problema, una política exterior se tiene que considerar a largo plazo, no solo en base a temas coyunturales.

A Chile le costará retomar el camino en materia internacional; volver a entender los contextos y realidades de los otros países será la clave. Que la máxima autoridad sepa que cuando se sale al exterior, no se representa algo en particular, sino que es la imagen de todos los chilenos la que se proyecta hacia el resto del mundo. Así las cosas, la tarea en las cual deberá trabajar como prioridad, el próximo Presidente o Presidenta de Chile, que asuma el 11 de marzo del 2026.

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