Desde hace meses nuevamente comenzaron a aparecer en los medios de prensa diversas menciones en torno a una zona muy particular que posee Chile al sur del mundo. La llamada "zona austral-antártica", bautizada de este modo por el general Cañas Montalva en la década de los '40 del siglo XX. Es aquella que se extiende desde Chiloé a la Antártica y que abarca sectores de fiordos, canales e islas. Posee características singulares y nos comunica al mundo por medio de importantes pasos como el Estrecho de Magallanes, el cual es controlado por Chile y utilizado por múltiples naciones que usan esta ruta para transportar sus productos.
Sin duda, además de recursos naturales, podemos mencionar que es nuestra conexión con la Antártica, donde Chile tiene una reclamación soberana que no abandonó en el Tratado Antártico. De hecho, quedó consignada formalmente y se traduce en el Territorio Antártico Chileno, un triángulo que se encuentra en todos los mapas oficiales nacionales.
Claramente, una zona de estas características llama la atención de diferentes competidores que buscan posicionarse en ese sector. En el caso de Argentina, se ha reactivado una controversia mediante la reciente discusión por el mapa chileno de las islas Diego Ramírez que definía líneas de base recta (2021) que involucraban directamente la plataforma continental, es decir, el subsuelo marino que se extiende más allá del continente. De acuerdo con el Derecho del Mar se puede extender desde las 200 a las 350 millas, mapa que Chile realizó en su respectiva zona y que fue cuestionado por el gobierno argentino.
En su visita en febrero al continente blanco del presidente de Argentina, Alberto Fernández, resaltó con especial énfasis la "bicontinentalidad" argentina, es decir, la presencia tanto en América como en la Antártica.
Esto nos demuestra que siguen presentes antiguos intereses estratégicos, pues esta idea de país bicontinental se trabaja basada en un mapa que obstruye los espacios marítimos de la Región de Magallanes, bloqueando la salida del estrecho y adjudicándose territorio antártico de Chile con sus respectivas áreas marítimas.
Cabe tener presentes otros hechos, como los conocidos tras la filtración del audio de Cancillería sobre el buque inglés que no logró recalar hace un tiempo en Chile, lo que contradijo la neutralidad del Estrecho de Magallanes. Además, en la Política de la Defensa de 2021, Argentina reconoció públicamente el interés por ciertos "espacios compartidos", como el Estrecho de Magallanes y Paso Drake, pues son "espacios estratégicos tanto por su rol como vías navegables naturales entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico como por constituir puntos privilegiados de acceso al continente antártico" (Política de Defensa Nacional, 2021, p. 13). Esto también se contradice con lo firmado anteriormente, pues en 1881 y en 1984 se reconocieron los derechos de Chile en el Estrecho de Magallanes y no se habló de ninguna soberanía compartida.
Sin duda, estos acontecimientos son una muestra de que la zona austral-antártica está adquiriendo cada vez mayor relevancia. Además de los recursos naturales, es la conexión natural con el continente blanco, donde Chile tiene presencia real y donde Argentina busca instalar una visión estratégica contraria a los acuerdos vigentes que no entregaron espacios compartidos, pero tampoco cambiaron la neutralidad del Estrecho de Magallanes.
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