Hace pocos días la Subsecretaría de Salud Pública presentó la guía con recomendaciones para la prevención de la conducta suicida en establecimientos educacionales, con importantes recomendaciones preventivas de utilidad para los padres y la comunidad escolar. Es un esfuerzo valioso que visibiliza, no sólo las conductas, sino los factores de riesgos y los elementos protectores que contribuyan a mitigarlos.
Chile es el 2do país OCDE con mayor crecimiento en la tasa de suicidios para la población global. Si el año noventa esta tasa alcanzó 5,8 por cada 100 mil habitantes, el peak lo registró con 13,3 durante el 2009, desde allí la tasa se ha mantenido en torno a 11 cada 100 mil.
De todo el presupuesto de Salud, menos del 3% se destina a Salud Mental, la mitad que el promedio de los países de la OCDE. Más aún, el 6,2% de la población, según las estadísticas de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) padece un cuadro de depresión.
El tema es grave y por cierto uno de los grupos de mayor preocupación lo constituyen los niños y adolescentes. Más de mil han muerto por esta causa en nuestro país en la última década. Chile duplica la tasa de mortalidad juvenil por suicidio de Latinoamérica y el Caribe.
Los principales factores que afectan a este grupo son los trastornos de salud mental, como la depresión con episodios de cuadros de angustia severos, abuso de sustancias tóxicas, principalmente drogas ilícitas o antidepresivos, intento de suicidio previo, violencia en el entorno familiar, haber sido víctima de abuso sexual, episodios de internación o encarcelamiento, bullying o el acoso a través de redes sociales, entre otros.
Es por esta razón que, junto con valorar la presentación de la Guía por parte del Ministerio, se requiere fortalecer estrategias orientadas a la identificación oportuna del riesgo suicida en los ámbitos en que la red pública está en contacto con el niño o el adolescente, con dispositivos efectivos a nivel local, derivación responsable a la evaluación psiquiátrica y psicosocial capacitada en este tema, con intervenciones preventivas de calidad que cuenten con evidencia positiva.
Hoy tenemos una atención especializada insuficiente, lo que afecta la oportunidad para llegar, sino antes, en el momento preciso. Asimismo, las coberturas para el tratamiento son mínimas y por ello es importante que la comunidad se active como un factor protector, en la escuela, en la familia y en el barrio.
Es importante multiplicar las capacidades de detección oportuna, pero fundamentalmente crear condiciones para que el niño o adolescente se sienta acogido, valorado y respetado.
La prevención del suicidio requiere ir más allá de las redes de salud, necesita cubrir los puntos muertos de un sistema insuficiente, hacer visible esta realidad y dar herramientas a quienes son relevantes para el desarrollo de los niños, los que a través de un vínculo sano van a construir un espacio que, junto a oferta especializada, les ayude a superar esta realidad.
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