Haití, una lucha interminable por la dignidad

“Somos vuestros iguales, pues, por derecho natural, y si la naturaleza se complace en diversificar los colores dentro de la raza humana, ni es un delito nacer negro ni una ventaja ser blanco”,  Touissant Loverture, Carta a la Asamblea Nacional de Francia, 1792

El 18 de Mayo de 1803, las fuerzas independentistas haitianas decidieron darse una Bandera propia de lucha y libertad, marcando la culminación de la Revolución haitiana, la primera rebelión de esclavos exitosa de la historia contemporánea.

Fue decisiva no sólo por ser el primer intento de llevar a cabo las ideas de la Revolución Francesa en colonias sino por el precedente que supuso para los procesos independentistas de la América Hispana, que tuvo considerable influencia en Simón Bolívar, y por el desafío a los modelos convencionales de sociedad en los que los valores de la Ilustración iban paradójicamente de la mano con la esclavitud, como en el caso de EE UU, país revolucionario y esclavista, y la propia Francia, cuyas contradicciones quedaron desnudas ante el ejemplo concreto de Haití.

La historia de Haití es desconocida para la mayoría de los chilenos y latinoamericanos, por ello creemos que es urgente y necesario dar a conocer su contexto histórico y cultural, su permanente lucha por la libertad y la dignidad,  para mostrar  su rica  cultura, que ha transitado en su historia desde aquel “siglo de las luces” de la primera revolución esclava en América, a la profunda  expresión de la lucha permanente e incansable del pueblo haitiano por su libertad, la democracia y la dignidad, por desterrar una dinámica militarista y golpista, factores que condenaron al país a una espiral de pobreza y violencia que aún no ha cesado.

La esperanza es que este siglo XXI, marque el renacer de la esperanza de Haití para recuperar el sitial que le corresponde entre las naciones libres, dignas y desarrolladas de nuestro continente. Solo conociendo la historia valoraremos a su pueblo en toda su dimensión.

Esta realidad cobra una extraordinaria importancia en Chile, dado el creciente número de inmigrantes haitianos que llegan a nuestro país, buscando un lugar que los acoja y les brinde aquello que en su patria les es vedado. Se trata de la inmigración de afrodescendientes más grande que ha llegado a estas latitudes. Son los hermanos haitianos, que han encontrado hogar en diversas comunas a lo largo del país.

Pero su realidad no es tan promisoria, el abuso laboral, hacinamiento en las viviendas, dificultades en el acceso a educación y salud son el pan de cada día para la mayoría de los haitianos en Chile, junto con enfrentar prejuicios, clasismo y racismo, el  idioma es una barrera casi infranqueable.

Los inescrupulosos abusan, les roban y estafan, y los chilenos mostramos nuestra peor cara de intolerancia, racismo y xenofobia.

Un inmigrante haitiano relata que “adaptarse a una cultura ajena es difícil. Muchos piensan que la vida será mejor, pero la realidad es distinta, en Chile el haitiano no ha logrado instalarse, ni estudiar o trabajar en lo suyo, un porcentaje importante son profesionales calificados y están trabajando en ferias o vendiendo en la calle, de jardineros y basureros”.

Por lo tanto desde la perspectiva de Chile, la solidaridad con el pueblo haitiano es un acto de la mayor justicia y fraternidad, acoger y conocer la historia de los cientos de haitianos que hoy nos enriquecen como sociedad con su cultura, tradiciones, música, colores, que junto a los inmigrantes de otros países, están conformando un Chile multicultural, más abierto y amigable.

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