Un reciente estudio, elaborado por McKinsey, revela que los automóviles permanecen estacionados el 95% del tiempo y que, durante su uso, transportan en promedio entre 1,2 y 1,9 pasajeros por vehículo. Este dato sugiere que, en el 5% del tiempo en que están en circulación, los automóviles están casi vacíos, mientras que el 95% del tiempo restante permanecen completamente vacíos, estacionados.
En Chile, la comercialización de automóviles ha evidenciado una tendencia ascendente, con más de 1.000 unidades vendidas diariamente, sumando un total de 426 mil vehículos vendidos en el año 2022. Si alineáramos estos vehículos uno al lado del otro, ocuparían una extensión de 533 hectáreas anuales. Al considerar únicamente los vehículos nuevos adquiridos en los últimos cinco años y estacionarlos todos juntos, la superficie ocupada equivale a la totalidad de la comuna de Santiago.
Hasta la fecha, el debate se ha centrado en gran medida en las repercusiones ambientales de los automóviles, abordando aspectos como el tipo de energía que utilizan, la contaminación que generan y la incidencia en la mortalidad. Sin embargo, hemos omitido un enfoque crítico sobre el insostenible e ineficiente uso del espacio que estos vehículos representan en nuestras ciudades.
La pregunta que emerge es: ¿Resulta sostenible continuar destinando nuestros limitados espacios públicos para albergar automóviles vacíos?
La reflexión sobre la sostenibilidad del uso del espacio urbano es imperativa en un contexto donde cada metro cuadrado es invaluable. El diseño de nuestras ciudades y la planificación urbanística deben evolucionar para responder a las necesidades actuales y futuras de la población, y es aquí donde la movilidad sustentable se erige como un pilar fundamental.
No es sostenible destinar preciado espacio de la ciudad a albergar autos. La redistribución del espacio urbano debe orientarse al habitar de las personas, mejorar la infraestructura peatonal, la promoción de medios de transporte que utilizan poco espacio por persona, y una regulación eficaz que incentive el uso del transporte colectivo son algunas de las estrategias que podrían mitigar este desafío. Una reevaluación de la inversión en la infraestructura existente y una reconfiguración de las políticas de movilidad podrían conducir a un uso más eficiente y sostenible del espacio, contribuyendo así a la creación de ciudades más habitables y resilientes.
Es imperativo que, como sociedad, reflexionemos sobre los perjuicios espaciales del auto en la ciudad y como afectan nuestras decisiones a nuestro entorno, y actuemos en pro de una movilidad urbana más sostenible y eficaz, que permita el aprovechamiento óptimo de nuestros escasos espacios y recursos. La invitación está abierta para que autoridades, expertos en la materia y la ciudadanía en general, se unan en la construcción de soluciones innovadoras y sustentables para el futuro de nuestras ciudades, porque nos queda poco espacio de acción.
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