Marzo nos da la oportunidad de mirar con la satisfacción del deber cumplido, una vez más, el término de un periodo de alta demanda en los terminales aéreos. Pero, no podemos ni debemos omitir que esta etapa no estuvo exenta de problemas, demoras y aglomeraciones, no solo en el principal aeropuerto del país y en sus vías de ingreso desde la ciudad.
Quienes han tenido la oportunidad de viajar en el periodo estival, que vive sus últimos días, se han enfrentado a un inconveniente no menor: las complicaciones por la cantidad de personas que viajan. Nosotros, en tanto, vemos con preocupación que cada año es más estresante y complejo gestionar el tránsito aéreo con los problemas de comunicaciones y gestión del pre vuelo que esto involucra.
Nuestra previsión fue correcta respecto a que el aumento de líneas aéreas de bajo costo incidiría favorablemente en la capacidad de los chilenos de viajar por vía aérea, unido a las políticas tarifarias por parte de los operadores.
Esto ha representado un incremento de alrededor de 10,5% de las operaciones (aterrizajes y despegues) en el aeropuerto Arturo Merino Benítez para los meses de enero y febrero, llegando en febrero sobre un 14%.
Nuestra legítima duda es: ¿hemos aprendido de lo ocurrido en estos últimos dos meses? Nos gustaría tener una respuesta clara y precisa, pero esto solo lo podremos saber a medida que se tomen las medidas necesarias a las cuales hemos hecho mención en el último tiempo.
Creemos que es oportuno insistir nuevamente en ellas, con la esperanza de que se consideren y se realicen los cambios que cada vez son más ineludibles.
Un adecuado control de itinerarios, con una participación efectiva por parte del proveedor de servicios aeroportuarios, de Navegación Aérea, compañías aéreas y de la mayor parte de los actores involucrados que redundan en el flujo de pasajeros y aeronaves como organismos gubernamentales, (SAG, PDI, Aduanas, DGAC) y empresas de servicio de catering y combustible.
Inversión en infraestructura horizontal (terminales) y vertical (Espacio Aéreo) con el advenimiento de tecnología, procedimientos y utilización del espacio aéreo que permitan enfrentar este crecimiento. Es necesaria la adquisición de un nuevo sistema de visualización de los sensores radar, una redundancia de las comunicaciones y en el transporte de señales que nos permita enfrentar con altos niveles de confiabilidad el proceso de otorgar seguridad a las operaciones aéreas y, por este medio, a cada pasajero que utiliza nuestros servicios.
A esto se suma, la implementación de la tecnología para el manejo (gestión) inteligente de aterrizajes y despegues.
Paralelamente, se deben crear más calles de salida y entrada a las pistas que permitan reducir los tiempos de ocupación de estas y, a la vez, mejorar los rangos de capacidad que actualmente declara el Aeropuerto.
Inversión en capital humano con jornadas de trabajo acordes al servicio que se entrega. Esto para el personal del aeropuerto, pero fundamentalmente para los controladores de tránsito aéreo, a quienes representamos como colegio profesional.
Esperamos que el gobierno, como administrador del Estado y de la aeronáutica, lleve a buen puerto el proyecto de ley que hemos trabajado en conjunto reduciendo la jornada laboral a periodos de ocho horas (la seguridad que entregamos con nuestro ejercicio profesional no debiera continuar bajo la amenaza de jornadas de 12 horas).
Esperamos, además, que una lección aprendida sea proporcionar la capacitación y entrenamiento adecuado para el personal de los servicios de control de Tránsito Aéreo. No basta con solo incorporar nuevos profesionales, sino que se debe entregar la capacitación necesaria para que aquellos que ya pertenecen a este importante gremio sean capaces de enfrentar nuevas tareas y cubrir aquellas necesidades que requieren una especialización.
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