Recientemente tuvimos la oportunidad de compartir el libro "Querida Ingeniera", que recopila cartas de alumnas y exalumnas de Ingeniería UC. A través de este texto, sus autoras no sólo acompañan a las futuras generaciones de mujeres en ingeniería, compartiendo experiencias, desafíos y aprendizajes de quienes han recorrido este camino antes, sino también promueven la comunidad de mujeres en áreas STEM.
Esta iniciativa, al igual que el libro "Las que abrieron el camino. Historia de las mujeres en la Pontificia Universidad Católica de Chile 1877-1950", nos invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan las mujeres en diversos ámbitos. Aunque hemos avanzado, las cifras siguen reflejando una realidad desigual.
Según Unesco, solo el 35% de los estudiantes en carreras STEM a nivel mundial son mujeres. En Chile existen diversas iniciativas que buscan revertir esta brecha, a través de programas que promueven la equidad de género y la interdisciplinariedad desde las primeras etapas educativas. Estas acciones no solo empoderan a las mujeres para enfrentar los desafíos del mundo laboral, sino que también buscan inspirar a las nuevas generaciones al visibilizar modelos a seguir en áreas que históricamente han sido dominadas por hombres.
La participación femenina en las ciencias es un motor clave para la innovación. Las mujeres aportan perspectivas únicas y enfoques diversos que enriquecen el campo científico. Por esta razón, es fundamental fomentar espacios donde niñas, adolescentes y estudiantes puedan desarrollar su talento, sin las barreras impuestas por los estereotipos de género.
La interdisciplina y la equidad de género son también esenciales para conectar la ciencia con la sociedad. Aunque ha habido un ligero aumento en la adjudicación de proyectos a mujeres en áreas como Ingeniería, Tecnología y Ciencias Naturales, las estadísticas aún muestran que las postulaciones de mujeres a concursos de la ANID siguen siendo menores que las de los hombres.
Las razones detrás de esta disparidad son múltiples. La vida de investigación es exigente y consume mucho tiempo, lo cual representa un desafío mayor para las mujeres, quienes a menudo enfrentan cargas adicionales de responsabilidades de cuidado, tanto dentro como fuera de las instituciones académicas. Además, la representación desigual de género en las plantas académicas contribuye a una menor participación de las mujeres en la postulación a proyectos y concursos. Con menos modelos a seguir y una sensación de inseguridad ante la competencia, las mujeres suelen sentirse en desventaja.
Es en este contexto donde las políticas públicas juegan un papel fundamental. La conciencia colectiva sobre la importancia de abordar las inequidades de género en las instituciones académicas y científicas ha crecido considerablemente. Se reconoce cada vez más que cerrar estas brechas no solo es una cuestión de justicia social, sino también de mejora en la calidad y diversidad del conocimiento científico.
El Estado ha tomado medidas significativas para reducir estas desigualdades. La decisión de otorgar becas de magíster y doctorado de manera equitativa es un paso en la dirección correcta. Asimismo, la implementación de políticas públicas que visibilizan el trabajo de las mujeres en la educación superior ha sido crucial.
Aprovechar este interés por el desarrollo profesional femenino es clave para fortalecer la base científica y tecnológica del país. Promover la equidad en estos ámbitos no solo abre nuevas oportunidades, sino que también permite visualizar un futuro impulsado por el talento, sin distinciones de género.
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