Según distintos estudios realizados en los últimos años, nos muestran cómo nuestra relación con animales domésticos, como lo son los perros y los gatos, está condicionada por factores de género, lo que nos abre la posibilidad de preguntarnos qué está detrás de ello y que podemos hacer al respecto.
Es lo planteado por un estudio realizado por la Universidad de Colorado State (1) y otro de la Universidad de California (2), que plantean que el tener gatos o perros nos hace a los hombres ser más o menos atractivos para las mujeres, así como otras investigaciones en la Universidad de Viena (3) y en la Universidad de Washington (4), que nos señalan que tanto perros y gatos prefieren a las mujeres como sus cuidadoras.
Dicho esto, me parece importante ver estos resultados desde una mirada feminista, que visibilice la construcción histórica de una masculinidad hegemónica, que se ha relacionado con la naturaleza y con los animales no humanos desde el dominio y el sometimiento, lo que ha llevado a que nos vinculemos con perros y gatos de una manera diferente a como lo hacen las mujeres.
De ahí que no nos debiera sorprender que las mujeres encuentren más atractivos a los hombres que tienen perros, ya que sería un animal más fácil de domesticar y de entrenar por los hombres, lo que resaltaría características de esa masculinidad tradicional, centrada en la obediencia, la fuerza, el dominio y la competencia.
Por el contrario, el tener gatos sería supuestamente menos masculino, ya que no tendrían esas características de los perros, al no hacer caso y no obedecer a las órdenes de un tipo de hombre o amo, que no soporta el tener que adecuarse a las necesidades de los pequeños felinos, que se comportan de manera diferente, y que por tanto se someten menos que los perros, siendo vistos como seres traidores y menos confiables.
Por lo mismo, como bien plantea el psicólogo argentino y autor del libro Antrozoología y la relación humano-perro, Marcos Díaz Videla (5) , no es casualidad que según distintas fuentes las mujeres participen más en organizaciones de activismo animal y que los hombres sean en gran mayoría quienes abusen y ejerzan violencia contra perros y gatos.
Tampoco debiera sorprendernos que se haya generado un enorme sistema especista, racista y capitalista de compra y venta de perros de raza, dominado por hombres principalmente, que ha mercantilizado la vida de millones de ellos, como si fueran meros objetos de consumo, dentro de una industria canina cruel y que sólo ha generado maltrato y abandono, en vez de cuidado y amor.
Ante esto, no es raro que tanto perros como gatos prefieran a mujeres por sobre los hombres, ya que hemos construido una masculinidad alejada del cuidado de los otros y de nosotros mismos, lo que ha traído que las otras especies nos vean con temor, al usar el castigo y la violencia física como formas de relacionarnos con ellos.
Las consecuencias a esta masculinidad están a la vista: perros y gatos no esterilizados, abandonados, atropellados y maltratados, llenos de enfermedades genéticas por el negocio de las razas, perros usados para peleas y carreras, y una indiferencia por el dolor y sufrimiento de ellos de buena parte de la población aún, que sigue viendo el.cuidado de las mascotas como un asunto de animalistas y no de dignidad básica.
Dicho lo anterior, no basta solo con generar nuevas legislaciones sobre bienestar animal, tenencia responsable de mascotas, declarar la sintiencia animal y considerarlos como sujetos de derecho, como distintos países en buena hora han avanzado en ello, sino también en un cambio relacional con nuestro entorno y dejar atrás sistemas de opresión, dominados por la competencia, el lucro y la negación del otro.
Para aquello, hay que dejar bien atrás un especismo masculinizante dominador, que nos impide ver a las mascotas como integrantes reales de nuestra familia y comunidad, a través de una educación basada en una idea amplia de empatía y del cuidado, que incorpore de verdad a perros y gatos en nuestro convivir.
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