El 23 de mayo, el Rector de la Universidad de Santiago propinó, en carta a El Mercurio, un noticioso aporte al reciente proyecto de TV cultural: "Desde hace cuatro años 14 universidades estatales han desarrollado un proyecto de televisión cultural, educativa y científica, cuyos contenidos son generados por cada una de las instituciones miembros. Se trata de un proyecto asociativo que expresa la diversidad de nuestras regiones, a la vez que pone en valor el rico quehacer de generación de conocimiento y extensión cultural que desarrollan nuestras casas de estudios. Contamos con una programación que transmite 24 horas, todos los días, además de un informativo que da cuenta de las noticias más relevantes de nuestros planteles".
El proyecto de ley que anunció la Presidenta de la República el viernes 20, implica la creación de un canal emitido "a través de una concesión televisiva especial, de carácter nacional, contenidos culturales y educativos en una señal que será administrada por una filial de TVN y que no tendrá publicidad”.
Consideramos, agrega el Rector, que si el Estado va a hacer un esfuerzo de la magnitud que se ha anunciado -25 millones de dólares- podría considerar a sus universidades para potenciar este proyecto, ya en marcha, "con recursos que en nada se condicen con la cifra enunciada". Añade que "por la naturaleza de nuestras instituciones, se garantiza el pluralismo, libertad, transparencia, pensamiento crítico, independencia editorial, visión de país y la diversidad, tan necesarios para un canal de televisión de corte cultural". Un asunto 3B: bueno, bonito y barato.
El proyecto anunciado, también modificará el Directorio de TVN que subirá de siete a nueve miembros, agregando uno designado por el Ministerio de Educación y otro por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Los siete existentes modificarán su forma de designación pues surgirán de concursos vía Alta Dirección Pública. Además, se creará un Consejo Consultivo, ad honorem, que velará por la misión de la señal; la idea es incluir ahí a los ciudadanos, convocado a través de plataformas digitales.
Es decir, lo que ofrecen las universidades en términos de pluralismo e independencia editorial, es sustituido en el proyecto por un representante en el Directorio, designado por el CNCA de manera colectiva en su propio Directorio plural y lo que pueda surgir del trabajo de la Alta Dirección Pública. Es natural que el representante del ministerio de Educación sea un delegado del gobierno. Por tanto, el nuevo Directorio podrá mejorar la condición profesional de sus integrantes en lo referido a sus conocimientos del medio comunicacional y televisivo, difícilmente asegurará un conocimiento del tema cultural. Tal vez se piensa que éste surja del Consejo Consultivo, integrado por ciudadanos convocados vía redes sociales.
Serán ambas instancias las que con mayor o menor dedicación horaria -debido a la condición ad honorem de los consultivos- deberán ponderar los contenidos programáticos de una amplia gama de ofertas pre existentes, como -por ejemplo- lo que señala el Rector Juan Manuel Zolezzi de la producción universitaria, más las creaciones disponibles de los concursos del CNTV y el Fondart audiovisual.
Pero, no parece ser la mejor fórmula el tejer una programación desde lo disponible sin definir previamente la misión y orientaciones del canal.
Éstas son, en el proyecto, derivadas de la existencia, desde 1969, de una TV pública y no del origen de la TV chilena que fueron las universidades. Cuando a inicios de los 60s se estableció la TV en Chile, las señales de emisión estaban reducidas a canales universitarios: UCV, C13, C11 en orden de aparición.
El gobierno del Presidente Jorge Alessandri, escogió ese camino como el más parecido al clásico modelo de la BBC de Londres, en su dimensión sin fines de lucro, pluralismo e independencia del gobierno.
El proyecto presentado está asociado a una señal que debe autofinanciar su gestión compitiendo en el mercado. Cabe conocer cómo se resguardará la natural tentación de recurrir al bolsillo lleno (por aportes públicos al canal Cultural) cuando el bolsillo comercial está flaco. Toda vez que el gobierno corporativo será el mismo.
Complica esta situación el hecho que la gestión legislativa del proyecto haya sido encomendada a un ministerio político de La Moneda y no a un consorcio entre los incumbentes: Educación y Cultura. Quizás, próximamente, Ciencia y Tecnología.
Sorteando con éxito la dependencia del financiamiento comercial y el riesgo de la captura por el poder político, el futuro canal representaría una oportunidad para la educación y la cultura ya que al no estar sujeto al financiamiento vía publicidad, los estándares de calidad no dependerán exclusivamente del rating.
Y de paso debiera revertir la visión de que la TV pública cultural educativa es aburrida; que quiere solo enseñar de modo formal, no entretener; que solo ofrece alta cultura y que se rige por estructuras narrativas rígidas y conservadoras.
En realidad, canales públicos culturales educativos contemporáneos, cuentan con mayor libertad editorial, pues pueden comunicarse directamente con su audiencia sin la necesidad de avisadores y sus intereses comerciales, como intermediarios.
En otras palabras, son estas señales las que pueden poner los intereses de su público en primer lugar.
Por lo mismo, hay que poner mucha atención a su nacimiento, permanencia y calidad. Para ello, no estaría mal escuchar la oferta del Rector.
Una alianza entre los contenidos brindados por nuestras universidades -adecuadamente acreditadas- y la potencia tecnológica de TVN, a una "distancia de brazo" del gobierno a la usanza británica sería la mejor base para la futura TV educativa y cultural chilena.
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