Hace unos días, en el Palacio Pereira se distinguieron las creaciones de ocho artesanas y artesanos con el Sello de Excelencia a la Artesanía, reconocimiento que es otorgado por el Comité Nacional, integrado por el Área de Artesanía del Ministerio de las Culturas las Artes y el Patrimonio (Mincap) y la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, a través del Programa de Artesanía del Centro de Patrimonio UC, con el patrocinio del Consejo Mundial de Artesanías y la Oficina Unesco de Santiago.
El Sello de Excelencia es un programa que reconoce las obras artesanales que cumplen con tres criterios: excelencia, autenticidad e innovación, el cual se instaló en Chile en el año 2008 inspirado por el sello que Unesco implementaba en subregiones de Asia, atendiendo a los mismos criterios que hasta hoy se siguen manteniendo en la versión nacional.
La experiencia internacional había sido conocida de primera fuente, debido a la cercana relación que tenía con el organismo internacional la entonces directora del Programa de Artesanía UC, Celina Rodríguez, en su rol de presidenta del World Crafts Council (2004-2008), ONG con estatus consultivo ante Unesco y el interés del entonces Consejo Nacional de Cultura por promover su instalación. Al mismo tiempo que la institucionalidad cultural, el sector artesanal y académico se preguntaba por la incorporación de criterios de certificación de artesanía versus sellos o marcas de calidad. Desde esos primeros acercamientos hasta hoy, el Sello de Excelencia a la Artesanía ha recorrido un largo y fructífero camino en el que se han vinculado instituciones como la Fundación Artesanías de Chile, que tiene el rol de la comercialización de las obras premiadas y el Museo de Arte Popular Americano, que resguarda y circula las piezas ganadoras.
A las 168 creaciones que han sido reconocidas desde 2008 se suman las 8 de este año:
La artesanía es en sí misma una labor de continua búsqueda técnica y creativa de los artesanos -que se presentan o no al sello- y que Richard Sennett ilustra bellamente en su texto "El Artesano": "Toda artesanía es trabajo impulsado por la calidad; (...) el patrón de excelencia, implícito en todo acto: la aspiración a la calidad impulsará al artesano a progresar, a mejorar antes que a salir del paso con el menor esfuerzo posible".
El Sello de Excelencia es un esfuerzo por la visibilización de los artesanos(as) que en cada uno de sus oficios y desde sus territorios trabaja en esa búsqueda, pero en el que particularmente se releva la innovación, que puede encontrarse en usos, formas y también técnicas y tecnologías (y no nos referimos a la tecnología digital o introducción de maquinaria), que utilizan y que no siempre es detectable a primera vista. De allí la importancia de que en el jurado de este premio participe un alto número de cultores de oficios que son quienes evalúan con rigor a sus pares, junto a otras personas provenientes de la academia, el Estado y el mundo civil.
Pero aunque el Sello de Excelencia a la Artesanía puede considerarse una iniciativa virtuosa para el reconocimiento del sector -junto a otros Programas como el Sello Artesanía Indígena, impulsado por el Mincap, su subdirección de Pueblos Originarios y Área de Artesanía, la UC y la Fundación Artesanías de Chile; o el Sello Manos de Campesinas de Indap, por nombrar algunas iniciativas- faltan instrumentos integrales que den más fortaleza al sector.
Por lo anterior, el reciente anuncio que ha hecho el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio sobre el despacho de la Ley de Artesanía a la Cámara de Diputadas y Diputados es una gran esperanza para artesanos y artesanas, quienes hay tenido su promulgación como bandera de lucha durante muchísimos años y que, por fin, ven una oportunidad para que desde el Estado exista un reconocimiento real, con esfuerzos de promoción y protección articulados, que premien la permanente y continua excelencia de este sector cultural. Esa en la que trabajan todos los días, con o sin premio.
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