Un Gobierno distante de la cultura daña el alma del país

Lo positivo de partir un nuevo ciclo es que se renuevan esperanzas, aspiraciones y proyectos. Debemos coincidir que el año 2018 no fue bueno para la cultura, y que el 2019 se asoma con discreta certidumbre de ciertos avances para el sector. Quizás sea que la actual ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, ha inspirado confianza en nuestra comunidad. 

Basados en esa confianza crecen proporcionalmente las expectativas. Pero es indiscutible que desde la Moneda hay un bajo interés en asuntos relativos al arte, la cultura y el patrimonio.

Una muestra es que a casi un año de gobierno, todavía hay cargos fundamentales del área que siguen vacantes.

Caso emblemático es que la mayoría de las agregadurías culturales de embajadas aún no han sido asignadas.

Es bastante elocuente la poca valorización de la cultura en la gestión diplomática por parte del Ejecutivo. Un error sin precedentes, hasta embarazoso.  

Después de meses de vacancia, se espera que en los próximos días recién se anuncie el nombre del nuevo director del Museo Nacional de Bellas Artes.

Confiamos que un requisito excluyente sea que un artista visual de renombre ocupe el cargo, alguien con experiencia en el área y con la sensibilidad apropiada. Como referente, se nos viene el recuerdo de Nemesio Antúnez, quien dirigió el Bellas Artes en dos oportunidades. 

No solo tenía un gran currículum en gestión para el cargo, sino que además era un gran artista, que puso énfasis en la relación del arte con las personas. Y trabajó duramente para no dirigir un “mausoleo” de obras, sino un “centro cultural vivo”.  

Lo destacable de la gestión de Nemesio Antúnez es que logró acercar la cultura al resto de la sociedad. Si consideramos que ese es uno de los objetivos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, es consecuente que la próxima persona que dirija esa institución tenga un perfil parecido.  

Lo mismo corre para los agregados culturales, los encargados de gestionar y asegurar la presencia de nuestra cultura en el mundo.

Existían once agregadurías hasta marzo del 2018 y hoy solo contamos con dos que tienen representante. Llama la atención la diferencia de perfiles de los recién nombrados, en todo caso. 

Por una parte, la agregada cultural en Argentina, una plaza de mucho y valioso intercambio, es Carmen Ibáñez, quien fuera diputada de Renovación Nacional y embajadora en Grecia. No cuenta con ninguna experiencia, conocida al menos, en el ámbito de las artes y la gestión cultural. Sin embargo confiamos que sepa desarrollar un trabajo positivo y le deseamos lo mejor. 

Por el contrario, en Francia se acaba de nombrar a Justo Pastor Mellado, crítico y curador de arte con amplia trayectoria y conocimiento en el sector de las artes visuales. Hay muchas expectativas de que realizará un trabajo responsable y beneficioso para el área.

Evidentemente, dar con un perfil que aparenta ser el adecuado no es garantía de éxito. Pero al menos mantiene viva la esperanza.

Ahora, no tener “dedos para el piano” en lo absoluto y un claro distanciamiento con las expresiones artístico culturales, junto a una sensibilidad limitada en la materia, puede ser un buen indicador de fracaso.

Baste recordar los dos primeros fallidos ministros de cultura que tuvimos el año recién pasado. Una falla importante del ejecutivo, que encendió las alarmas en el mundo de las artes de un modo inusitado y combativo.

La unidad del sector tampoco es una mala nueva, así que 2019 se anuncia con mucho entusiasmo y paño para cortar. 

Feliz año para todos.

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