Verano y conocimiento tradicional

Este verano las ferias artesanales y costumbristas de diferentes lugares del territorio se llenarán de conocimiento tradicional y local. Artesanos y artesanas van a exhibir y comercializar artefactos que entrañan los conocimientos que han aprendido de generación en generación y que les han hecho dominar complejas técnicas que utilizan las materias primas de los lugares donde viven para dar respuesta a necesidades vitales y simbólicas, y otros múltiples desafíos a través del tiempo.

El conocimiento tradicional es reconocido por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), identificándolo como los saberes, habilidades y prácticas que se transmiten y mantienen dentro de una comunidad y que es parte de su identidad, incluyen obras artísticas, literarias y científicas que provienen de la tradición y comprenden invenciones, diseños, descubrimientos y cualquier innovación o creación que surja de una actividad intelectual vinculada a dicha tradición. Estos conocimientos se expresan en la medicina, la ciencia, la tecnología, así como el conocimiento relacionado con el agro, la ecología y la naturaleza en general, por nombrar algunos ámbitos.

Este saber se da de manera muy patente en las artesanías indígenas, en donde los conocimientos se han traspasado generacionalmente desde tiempos precolombinos. Las comunidades de tejedoras aymara, por ejemplo, conocen la diversidad de especies vegetales que les provee el Altiplano y que pueden usar para teñir, varias de las cuales también tienen usos medicinales.

Saben dónde encontrar estas plantas y en qué época cosecharlas. Además, dominan su preparación con los mordientes adecuados, aplicados con el agua a la temperatura precisa, que permita la reacción química para que el color se fije en el pelo de las alpacas, que esquilan, utilizan en sus tejidos y que vienen criando por generaciones. Camélidos sudamericanos domésticos que son parte importantísima de la cultura andina y cuya reproducción organizan de tal forma que logran optimizar los colores que obtendrán posteriormente de las nuevas crías, dando cuenta de una sofisticada práctica científica.

El rol de las comunidades en el traspaso y en la mantención de este saber es fundamental, no solo en el caso del conocimiento originario, sino también en el conocimiento local, que en muchos casos ha surgido de manera más reciente que el conocimiento ancestral, sin una línea de continuidad que se mantiene desde antes de la llegada de los hispanos, pero que da cuenta de la misma inteligencia comunitaria de sabiduría situada. Es decir, y para tener mayor claridad al respecto, el conocimiento indígena es conocimiento tradicional, pero hay más conocimiento local que no necesariamente es indígena.

En la Región de Ñuble, en Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, las mujeres artesanas han preservado por generaciones la tradición de la alfarería negra con delicadas incisiones blancas, una técnica que lleva más de dos siglos de historia. Esta práctica, que surge del mestizaje, se ha convertido en una expresión representativa de la identidad artesanal de Chile, rica en simbolismo y creatividad.

Las artesanas conocen los lugares desde donde extraen el barro para hacer las mezclas que utilizarán en sus obras: una tarea que se ha hecho cada vez más compleja, pues los lugares en donde encontrar la materia prima escasean. Obras que expresan repertorios formales propios de ese territorio, en donde quizás la más representativa sea la figura de la guitarrera, además de una serie de representaciones zoomorfas y antropomorfas que se suman a la gran oferta de loza utilitaria que llevan los dibujos esgrafiados con aguja de victrola y coloreados con colo blanco.

Secretos de un hacer que ha ido transformándose en el tiempo -como todo conocimiento tradicional-, pero que ha sido eminentemente oficio de mujeres; que les ha permitido obtener independencia económica y reconocimiento lo que ha sido gravitante para el desarrollo y la mantención del oficio, que hoy tiene poca renovación de cultoras y que en 2022 fue reconocido por Unesco como un elemento a incluir en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia.

Frente a escenarios como este, es que se hace fundamental que el conocimiento tradicional, sea reconocido y valorado, y para ello el verano y las ferias y festivales costumbristas ofrecen una oportunidad ideal para acercarse a este saber de manera entretenida, dando un nuevo significado al descanso estival tanto para grandes como para chicos. Por ejemplo, si anda por Quinchamalí, en Ñuble, entre el 5 y el 9 de febrero puede visitar la 34ª versión de la Feria de la Greda, que reunirá 50 artesanos de distintos oficios en el centro de eventos La Guitarrera. Organizada por la Agrupación de Artesanas de Quinchamalí, será un lugar privilegiado para redescubrir la artesanía como una forma diferente y valiosa de saber y conocer.

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