He tenido el honor de participar de la delegación chilena que visitó al papa León XIV en el Vaticano el reciente lunes 13 de octubre. Agradezco sinceramente al Presidente Gabriel Boric por la invitación. En la reunión, el jefe de Estado de Chile y el obispo de Roma conversaron por 45 minutos sobre derechos humanos, el rol de la Iglesia Católica en Chile y la importancia de la memoria histórica en la defensa de los DD.HH., así como la inquietud de ambos liderazgos en torno a desafíos éticos y globales como la crisis humanitaria en Gaza y la superación de la pobreza, uno de los temas centrales de la primera exhortación apostólica de papa León XIV, "Dilexi Te"(1), sobre "el amor a los pobres".
Para mí, como cristiano católico y político de izquierda, es tremendamente significativa esta visita oficial al Vaticano y poder conocer en persona al agustino Robert Prevost y visitar la tumba del jesuita Jorge Bergoglio. Veo que entre ambos líderes religiosos hay un camino de continuidad y legado. De hecho a partir de la última encíclica del papa Francisco, "Dilexit Nos"(2), sobre el amor divino y humano del corazón de Jesucristo, estaba preparando, en los últimos meses de su vida, una exhortación apostólica sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres, titulada Dilexi Te. Habiendo recibido como herencia este proyecto, lo hace suyo, añade algunas reflexiones propias de su sello, y lo propone al comienzo de su pontificado, con el deseo que todos los cristianos y el mundo entero podamos percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamado a acercarnos a los pobres.
La condición de los pobres representa un grito que, en la historia de la humanidad, interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y a la iglesia. En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo. Al mismo tiempo, deberíamos hablar de los numerosos rostros de los pobres y de la pobreza, porque se trata de un fenómeno variado; en efecto, existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad (n.9).
En este sentido, se puede decir que el compromiso en favor de los pobres y con el fin de remover las causas sociales y estructurales de la pobreza, aun siendo importante en los últimos decenios, sigue siendo insuficiente. Esto también porque vivimos en una sociedad que a menudo privilegia algunos criterios de orientación de la existencia y de la política marcados por numerosas desigualdades y, por tanto, a las viejas pobrezas de las que hemos tomado conciencia, y que se intenta contrastar, se agregan otras nuevas, en ocasiones más sutiles y peligrosas. Desde este punto de vista, es encomiable el hecho de que las Naciones Unidas hayan puesto la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos del milenio (n.10).
Al compromiso concreto por los pobres también es necesario asociar un cambio de mentalidad que pueda incidir en la transformación cultural. En efecto, la ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada mueve a muchas personas a tener una visión de la existencia basada en la acumulación de la riqueza y del éxito social a toda costa, que se ha de conseguir también en detrimento de los demás y beneficiándose de ideales sociales y sistemas políticos y económicos injustos, que favorecen a los más fuertes. De ese modo, en un mundo donde los pobres son cada vez más numerosos, paradójicamente también vemos crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común. Eso significa que todavía persiste -a veces bien enmascarada- una cultura que descarta a los demás sin advertirlo siquiera y tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano (n.11).
En lo personal, como psicólogo y habiendo trabajado como profesional de salud mental en el Hogar de Cristo y otras organizaciones sociales, y como parlamentario, me convoca su mensaje. Creo que es de una nitidez y sabiduría muy potente para nuestros tiempos convulsos. Encuentro que nos interpela profundamente cuando nos dice que: "La aceleración de las transformaciones tecnológicas y sociales de los últimos dos siglos, llena de trágicas contradicciones, no sólo ha sido sufrida, sino también afrontada y pensada por los pobres. Los movimientos populares, de trabajadores, de mujeres y de jóvenes, así como la lucha contra la discriminación racial, han dado lugar a una nueva conciencia de la dignidad de los marginados. También el aporte de la Doctrina Social de la Iglesia tiene en sí esta raíz popular que no se debe olvidar; sería inimaginable su relectura de la revelación cristiana en las modernas circunstancias sociales, laborales, económicas y culturales sin los laicos cristianos lidiando con los desafíos de su tiempo. A su lado trabajaron religiosas y religiosos, testigos de una Iglesia en salida de los caminos ya recorridos. El cambio de época que estamos afrontando hace hoy aún más necesaria la continua interacción entre los bautizados y el Magisterio, entre los ciudadanos y los expertos, entre el pueblo y las instituciones. En particular, se reconoce nuevamente que la realidad se ve mejor desde los márgenes y que los pobres son sujetos de una inteligencia específica, indispensable para la iglesia y la humanidad" (n.82).
El papa León XIV nos dice con la valentía de un profeta: "Hago votos para que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo, porque se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra. Por lo tanto, es preciso seguir denunciando la 'dictadura de una economía que mata' y reconocer que mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Aunque no faltan diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana, y la situación de miseria de muchas personas a quienes esta dignidad se niega debe ser una llamada constante para nuestra conciencia" (n.91 y n.92).
Los debates sociales, políticos y económicos que damos desde Chile y América Latina por más justicia social y bienestar para las familias trabajadoras y las grandes mayorías sociales a través del aumento del salario mínimo, la reducción de la jornada laboral, la reforma al sistema de pensiones, con solidaridad y seguridad social, el fortalecimiento de la red pública de salud como derecho social universal, la reforma fiscal y tributaria para financiar de manera progresiva y sostenible las políticas sociales (la ley de cumplimiento tributario para disminuir la elusión y evasión fiscal, el royalty minero), el plan de emergencia habitacional, el sistema nacional de cuidados, la ley de pensiones de alimentos, la ley integral contra la violencia de género, entre otras políticas públicas, dan cuenta de cómo el sistema político es capaz de dar respuesta a las necesidades del pueblo, buscando el bien común.
El llamado del papa León XIV nos seguirá inspirando a la urgente colaboración y servicio para construir un mundo mejor y más sostenible para las actuales y futuras generaciones.
(1) Ver Exhortación Apostólica Dilexi te del santo padre León XIV sobre el amor hacia los pobres (4 de octubre de 2025)
(2) Ver Dilexit nos (24 de octubre de 2024)
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado