Welcome to the jungle.
En la radio suena Welcome to the jungle, canción del grupo Guns & Roses que a muchos de los que hoy rozamos los 40, nos hizo mover las cabezas. En los noticieros pareciera prolongarse la canción de la radio: casi 30 muertos oficiales, entre atropellados, muertos directamente por balas de carabineros o militares, o aquellos que, huyendo de la represión por parte del gobierno, sufrieron accidentes que les costaron la vida.
Por otro lado, el informe final entregado por la Misión Internacional de Observadores de Derechos Humanos en Chile, es claro. En Chile sí se violan los DD.HH. Nuevamente. Negar lo anterior, sólo es propio de la derecha más retrograda que aún existe en nuestro suelo. Bienvenidos a la jungla. Pero no. Esto no es una jungla. O, mejor dicho, no podemos dejar que esto se transforme en una.
La noche del 28 de enero, luego de acudir a un partido de fútbol, Jorge Mora, barrista de Colo-Colo, muere atropellado por un camión de Carabineros.
¿Sorprende? Sí. Siempre nos debe sorprender una muerte, siempre nos debe remover nuestra humanidad una muerte, no podemos dejar que el poder soberano (diría Foucault) del Estado, nos obligue a naturalizar las muertes y los asesinatos que sus agentes llevan a cabo.
Guns out, armas fuera.
Más de 350 personas con traumas oculares, ciegas parcial o totalmente. Ese es el saldo del uso de perdigones, que Carabineros utiliza como “armas no letales”, en las manifestaciones populares. Su uso quedó restringido luego de la vergonzosa cifra. Pero claro, quedaron los atropellos. Y vuelta al intento de querer llevarnos a la jungla...
Sigue la canción de los Guns, y la TV no para. La respuesta popular al crimen de Jorge Mora, no se hizo esperar, la noche del 29 de enero, desde distintos puntos se pudo apreciar la indignación por el actuar de Carabineros.
No sólo se destaparon fraudes millonarios, coimas, corrupción al interior de la institución, sino que, además, gracias a la inmediatez de las redes sociales, hemos sido testigos de cómo actúan frente a personas que no son delincuentes, las ultrajan, las golpean, las violan, las asesinan.
El Gobierno es el principal responsable en todo esto. Los llamados a poner la moción de orden, son los que callan. Los que ahora gozan de cargos públicos de confianza, son aquellos que debieran estar dando la cara y asumiendo las acciones de sus agentes carabineros.
Ya que solo dando muestras claras de arrepentimiento podremos de alguna manera comenzar a retomar el diálogo. Pero claro, arrepentirse de qué. Si los muertos provienen de donde siempre, el pueblo.
Ellos, en cambio, el gobierno de la derecha son herederos de siempre. Dirigen entre primos, tíos, hermanos.
Así lo hacen desde hace siglos… por eso les dolió Aguirre Cerda y, claro está, por eso les dolió y les duele Salvador Allende.
Por eso la brutalidad después del golpe del 73, para restablecer el orden tradicional, esa “tradición republicana chilena”.
La misma que al más mínimo intento de reclamo por parte del populacho, no tiene descaro es sacar sus guardianes y apalear a los alzados. Pero ahora los alzados somos muchos.
Roses out!, Rosas Fuera!
La música en la radio está llegando a su fin… Welcome to the jungle, el hit, se comienza a despedir mientras recuerdo cuántas veces lo he oído… pero nunca me afilaron tanto los sentidos como ahora… la música termina y en la TV la jungla quiere mantenerse.
La crispación social es alta, la irresponsabilidad del Gobierno vergonzosa. Si de verdad esperan dar muestras de querer escuchar al pueblo, el desaparecido presidente Sebastián Piñera (perdido en su propia jungla), debe pedir la renuncia del General Director de Carabineros Mario Rozas.
Debe juzgar de manera efectiva a Carabineros involucrados en asesinatos y violaciones a los Derechos Humanos (existe legislación internacional para esto). Debe refundar Carabineros de Chile. Si, la institución no existe. Se debe generar otra instancia que se desligue de los autoritarismos del Siglo XX y pueda humanizar la gestión, humanizar el control y humanizar la institución.
Apago la radio y la TV, con la esperanza de quedarnos sin armas y, sobre todo, sin Rozas.
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