El "Sello de Origen" y la construcción del Corredor Bioceánico abren tremendas oportunidades comerciales para los productos agrícolas patrimoniales de las localidades rurales, particularmente las de regiones del norte grande del país. El primero es una marca certificada otorgada por el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo y el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi), que busca "la preservación y estímulo de formas especiales de manufactura, de oficios tradicionales y de productos singulares de nuestro país".
Desde su implementación (año 2012), 45 sellos son los que se han entregado a lo largo del territorio nacional. En tanto, el Corredor Bioceánico contribuirá a potenciar el intercambio económico gracias a la conexión interoceánica que se extenderá desde la costa de Brasil, cruzando Paraguay y Argentina, hasta alcanzar los puertos del norte de Chile.
Ambas iniciativas, sin duda, se transforman en plataformas claves para catapultar la ejecución de proyectos en los que confluyan esfuerzos públicos y privados, destinados precisamente a mejorar las condiciones de comercialización de productos tradicionales y activos bioculturales de nuestro país. Un ejemplo de ello, es el proyecto financiado con recursos del Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) del Gobierno Regional (GORE) de Arica y Parinacota, que está siendo ejecutado por la Universidad Alberto Hurtado (UAH).
Su foco está puesto en tres ancestrales productos: las aceitunas del Valle de Azapa, el orégano de Socoroma (comuna de Putre) y el Vino Pintatani del Valle de Codpa (comuna de Camarones). El financiamiento fue aprobado por el Consejo Regional de Arica y Parinacota, en el marco del Plan de Estrategia Regional de Desarrollo de la Región de Arica y Parinacota 2017- 2030, con la convicción que es una iniciativa que realza el valor patrimonial de productos que son únicos de esta región y ayudará posicionarla, a nivel nacional, como una región proveedora de alimentos tradicionales con altos estándares de calidad.
Ya existe un camino recorrido en el reconocimiento de la singularidad geográfica de las aceitunas de Azapa y del orégano de la precordillera de Putre, pues en el año 2016 obtuvieron el "Sello de Origen". El orégano de la precordillera de Putre, por ejemplo, se destaca por ser cultivado -con técnicas milenarias- a 3.000 y 3.500 metros sobre el nivel del mar, bajo un clima excepcional, y es conocido como "el oro verde", con un intenso aroma que lo distingue de cualquier otra especie de orégano de la región, del resto del país y del mundo. Las aceitunas del Valle de Azapa, en tanto, son reconocidas por su textura y color inigualables. En tanto, el Vino Pintatani también goza de una larga tradición; las parras del Valle de Codpa tienen más de 200 años.
Por eso son relevantes estos proyectos, porque en estos productos no solo hay calidad también hay historia, hay un saber hacer centenario y hay singularidad en términos territoriales. En este caso, no se trata de un saco de orégano, de una bolsa de aceitunas o de una botella de vino. Aquí, hay procesos productivos que entrañan saberes transmitidos de generación en generación, una cultura emprendedora que está en el ADN de grupos de familias que han mantenido en el tiempo prácticas tradicionales de cultivo y producción, pero que no han sido lo suficientemente valorizadas por los mercados.
Y ése es, precisamente, el fin último de proyectos como el que están realizando en conjunto el GORE de Arica y Parinacota y la Universidad Alberto Hurtado: abrir nuevos mercados, llevar estos productos a lugares donde haya más público dispuesto a valorar lo que estos alimentos son realmente, promoviendo así la conservación del patrimonio alimentario de nuestro país, a través del desarrollo de una agricultura sostenible y, sobre todo, revalorizándolo en mercados nacionales e internacionales.
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