Empleo femenino, el desafío pendiente

En un momento crucial para el futuro de Chile, donde la discusión presidencial debe centrarse en los problemas que realmente aquejan a nuestra gente, no podemos dejar de lado un tema fundamental: el desempleo femenino y las profundas desigualdades de género que persisten en nuestro mercado laboral.

Este problema, lejos de ser una cuestión local, es un desafío de Estado. La gran carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado recae mayoritariamente en las mujeres, afectando sus trayectorias laborales y generando lagunas previsionales que limitan su autonomía económica. De hecho, según un estudio de la ENUT 2024, las mujeres ocupadas destinan en promedio 10 horas y 58 minutos a la carga global de trabajo (remunerado y no remunerado), versus las 9 horas y 49 minutos de los hombres.

Esto no es un fenómeno aislado; es una realidad que se repite en todo el país. Según la OCDE, la desigualdad de género sigue impidiendo que las mujeres accedan a empleos mejor remunerados. Las tasas de participación laboral femenina en el país son significativamente más bajas que las de los hombres, y la división sexual del trabajo es una barrera para la autonomía económica. En Renca, hemos documentado una brecha de 8,5 puntos porcentuales en la desocupación de mujeres, con una tasa de desempleo femenino que alcanza el 20%, frente al 11,5% de los hombres.

Las políticas públicas con perspectiva de género deben ser una prioridad para el Estado. Como en tantos otros aspectos, los desafíos de este tipo, además de las estrategias nacionales, se enfrentan de forma más efectiva cuando se conectan con propuestas locales. Iniciativas como el Bono de Incentivo a la Colocación Laboral para Mujeres Cuidadoras demuestran que es posible diseñar herramientas integrales que van más allá de una simple transferencia de dinero. Este bono es un apoyo de 100 mil pesos mensuales por tres meses a mujeres que se emplean de manera formal, una iniciativa que ha impulsado una conversación con las empresas locales para ofrecer cupos laborales con flexibilidad.

Al reconocer el cuidado como un trabajo no remunerado y ofrecer intermediación laboral, formación y apoyo, se puede facilitar la transición de las mujeres hacia el empleo formal y con derechos. Los resultados de este tipo de programas son prometedores: en su versión 2024, una iniciativa similar benefició a 82 mujeres, de las cuales el 73% logró mantenerse en su puesto de trabajo por más de tres meses. Este ejemplo a nivel local demuestra que las políticas públicas bien diseñadas pueden generar un impacto real y son replicables a una escala mayor, sirviendo de base para una estrategia nacional de fomento al empleo femenino.

El desafío es nacional. La agenda presidencial debe incluir la promulgación del Sistema Nacional de Cuidados, la promoción de la corresponsabilidad y la inversión en empleabilidad femenina. No solo se trata de números, sino de justicia social, de autonomía económica para nuestras mujeres y de un futuro más justo para todos y todas. Desde Renca, seguiremos construyendo soluciones locales, pero necesitamos que la próxima presidencia se comprometa a liderar este cambio a nivel nacional.

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