Gracias

El periodismo es una carrera profesional, sí. Pero sobre todo es un oficio: se aprende, se corrige, se sostiene con método y con paciencia. Por eso hay reconocimientos que importan, no por el brillo, sino por lo que simbolizan. El Premio Lenka Franulic, creado en 1963 por la Asociación Nacional de Mujeres Periodistas, distingue cada año la trayectoria de una periodista chilena y deja una huella de continuidad. Desde Raquel Correa en adelante, esa lista no es un archivo, es una brújula.

Y en tiempos como estos, esa brújula se vuelve más necesaria. Porque "gracias" no es solo una palabra de cortesía, es también un modo de decir que el periodismo importa. Importa cuando se confunde crítica legítima con deslegitimación sistemática. Importa cuando desde el poder se intenta reducir a la prensa a un enemigo, o cuando se instala la idea de que preguntar es molestar. Lo que se ha visto en Estados Unidos funciona como advertencia: un clima de hostilidad hacia periodistas y medios que se normaliza a fuerza de repetición, insultos, amenazas y demandas de cifras siderales. No se busca solo "ganar" una pelea, se quiere intimidar y disciplinar.

En ese escenario, defender el periodismo no es romantizarlo. Es recordarle a la sociedad para qué existe. Existe para incomodar cuando es necesario. Para pedir pruebas, fechas, documentos, nombres. Para separar lo verificable de lo viral. Para mirar con desconfianza lo que viene envuelto en aplausos y también lo que llega en forma de linchamiento. El periodismo no es infalible, y debe rendir cuentas cuando se equivoca; pero no es un lujo prescindible. Es infraestructura democrática. Y una democracia sin periodismo profesional se parece demasiado a un mercado de rumores, donde gana el que grita más fuerte o paga mejor por segmentar la emoción.

Y aquí aparece otra batalla, menos ruidosa pero igual de decisiva: la del dinero. Hoy el periodismo compite en una cancha que no diseñó, con la publicidad desplazada masivamente al mundo digital. El crecimiento existe, pero no se reparte de manera proporcional entre quienes producen contenido y quienes lo distribuyen. Los grandes intermediarios tecnológicos se quedan con la parte más robusta del negocio, mientras radios, diarios y televisión hacen equilibrio para financiar reporteros, editores, corresponsales, tiempo de investigación y el imprescindible control de calidad. Se puede discutir el diseño, los efectos y las excepciones, pero el diagnóstico es difícil de negar: si una democracia necesita periodismo, entonces necesita un modelo que haga posible pagarlo.

En ese contexto, el Premio Lenka Franulic importa porque pone el foco en la trayectoria y el oficio, no en el trending topic. Porque celebra una ética del trabajo que se construye con años: reportear, chequear, corregir, volver a preguntar, escuchar, editar. Importa porque viene de una asociación que entiende el periodismo como una práctica profesional, con reglas, no como una opinión con micrófono. Y también porque recuerda algo que en Chile -y en muchas partes- todavía cuesta: que las mujeres han sostenido y empujado este oficio desde siempre.

Pienso en algunas de esas ganadoras y en un hilo que las une: en esta lista hay cuatro Premios Nacionales de Periodismo. Raquel Correa -entrevistadora por antonomasia-, Pilar Vergara -exdirectora de La Segunda-, Mónica González -periodista de investigación, fundadora de Ciper- y Delia Vergara, creadora de El Diario de Cooperativa. Y junto a ellas, otras formas de ejercer el oficio con el mismo rigor: la dirección de medios, la investigación, la mirada editorial, el reporteo persistente. Gemma Contreras, Cecilia Serrano, Verónica López, Francisca Skoknic, Paula Escobar, Mónica Rincón y muchas otras periodistas que han trabajado con coraje y constancia. Cambian los estilos, las canchas, los temas; no cambia lo esencial: el periodismo es un servicio público. A veces ingrato. A veces hermoso. Siempre exigente.

Este 2025 que termina, un jurado resolvió que el Premio Lenka Franulic sea para mí. Y por eso digo "gracias", no como un punto de llegada, sino como un compromiso. Gracias por el reconocimiento, sí, pero sobre todo por lo que reafirma: que el periodismo es necesario, porque sin periodismo, básicamente, no hay democracia.

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