La hipermetropía es un defecto visual en el cual los objetos cercanos se perciben borrosos, con muy poca claridad; mientras que los objetos más alejados se ven con mayor nitidez. En la sociedad ocurre un fenómeno similar: con frecuencia, los avances y logros que ocurren en un momento cercano son poco valorados, menospreciados o criticados, mientras que con el tiempo, al observarlos desde la distancia, se reconocen como hitos fundamentales del progreso. En el caso de Chile, esta "hipermetropía social" ha sido evidente en múltiples áreas, especialmente en el desarrollo digital, tecnológico, económico y de innovación, donde el país ha liderado cambios significativos que solo con los años han sido valorados en su justa medida.
Chile ha sido un referente en la digitalización de su economía y en la modernización de su infraestructura tecnológica y de telecomunicaciones. Desde la implementación temprana y robusta de redes de fibra óptica, infraestructura de data centers hasta su liderazgo en el despliegue de redes móviles y del actual 5G en América Latina, el país ha apostado por la capacidad, conectividad y acceso a internet como motor inclusión y de desarrollo. Sin embargo, estos avances en la arquitectura digital del país fueron inicialmente considerados carentes de valor y con efecto marginal. Hoy, con la expansión de la digitalización en sectores como el comercio, la educación y la administración pública, se reconoce el impacto transformador de estas políticas.
El ecosistema de innovación chileno ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. La creación de Start-Up Chile, un programa pionero en la región para atraer talento emprendedor, fue en sus inicios objeto de escepticismo. Con el tiempo, se ha consolidado como un modelo a seguir a nivel global, posicionando a Chile como un hub de innovación en América Latina. Empresas tecnológicas nacidas en el país, como NotCo y Cornershop, han demostrado que el talento nacional tiene proyección mundial, aunque aún debe consolidarse una estructura más inclusiva en todas las regiones del país.
En el campo de la inteligencia artificial, Chile ha dado pasos firmes con la creación de la Política Nacional de IA y la inversión en centros de investigación. A pesar de que al inicio la discusión sobre IA se percibía como futurista o poco relevante para el país, hoy es evidente su impacto en sectores clave como la seguridad, minería, salud y educación. Hay un ecosistema que está apostado por desarrollar y entrenar algoritmos avanzados y soluciones basadas en IA, teniendo a su máximo exponente en el proyecto SITia del Ministerio del Interior.
Chile ha logrado destacarse en diversos rankings internacionales, consolidándose como líder en América Latina en múltiples áreas. En el Índice de Competitividad Mundial 2023 del IMD de Suiza, el país avanzó al puesto 44 entre 64 economías, liderando la región gracias a mejoras en gestión fiscal e infraestructura tecnológica. Asimismo, en el Índice de Prosperidad 2024, Chile se posicionó como el país más próspero de América Latina, con 43,19 puntos, superando a Uruguay y Panamá. Además, en el Índice de Desarrollo Humano 2024, lidera la región con una puntuación de 0.860, ubicándose en el puesto 44 a nivel mundial. En el ranking de velocidad de internet fija de Speedtest de Ookla, nuestro país ocupa la tercera posición a nivel mundial. Estos reconocimientos reflejan el compromiso compartido del país, tanto público como de la industria, con el desarrollo económico, social y tecnológico, y aunque en ocasiones estos logros no son plenamente valorados en el momento, con el tiempo se reconocen como fundamentales para el progreso nacional.
Volver a colocar lo digital como un asunto estratégico. Chile enfrenta un estancamiento económico con tasas de crecimiento de alrededor del 2% en la última década. La productividad se ha visto limitada por una excesiva burocracia (tramitología), una baja inversión en innovación y un sistema educativo que aún no responde completamente a las necesidades de la economía digital. Al mismo tiempo, el mundo transita hacia una nueva era impulsada por la inteligencia artificial (IA), la automatización y la digitalización. Para no quedarse atrás, Chile debe adoptar una estrategia digital de desarrollo basada en la tecnología y la innovación, siguiendo modelos de éxito como Irlanda.
La sociedad chilena ya no es una sociedad análoga. Está en plena transición hacia una sociedad digital, con efectos profundos en la educación, el mercado del trabajo, las pensiones y la salud. La digitalización no es solo una tendencia, sino una realidad que redefine la forma en que las personas aprenden, trabajan y acceden a servicios esenciales. La automatización y la IA están transformando los empleos tradicionales, mientras que la educación a distancia, la telemedicina y las plataformas digitales están reconfigurando sectores clave de la economía. Para aprovechar el potencial de esta transformación y evitar desigualdades estructurales, Chile necesita un pacto de desarrollo que incorpore la digitalización y la inteligencia artificial como pilares estratégicos de su crecimiento económico y bienestar social.
Chile ha creído profundamente que la digitalización y el cambio digital son materias de interés público y de primera relevancia. La hipermetropía social impide apreciar los logros cercanos, pero con el tiempo, estos hitos se convierten en referentes de desarrollo. El país ha comprendido que la transformación digital no es solo una tendencia, sino un proceso irreversible que atraviesa todos los ámbitos de la sociedad, desde la educación y la agricultura hasta la industria espacial y el propio desarrollo de la industria del hidrógeno verde. La digitalización ya no es una opción, sino una realidad en permanente aceleración que está ocurriendo y seguirá ocurriendo, con o sin nuestra participación. Chile debe ser aún más decidido en no quedarse al margen, apostando por políticas públicas, inversiones en infraestructura digital y la formación de talento especializado para enfrentar este desafío global con visión de futuro.
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