Debemos hacer de la reactivación y revinculación educativa nuestra prioridad. El derecho a la educación se garantiza con acciones a corto y largo plazo. Comienza un nuevo marzo y nuestra atención se centra en la vuelta a clases. Es el momento de juntar ideas, fuerzas y dar un paso adelante.
El Ministerio de Educación avanza en el sentido correcto: campañas para incentivar la asistencia y la lectura, gestores territoriales para ir a buscar a niños, niñas y jóvenes, aulas de reingreso para tener una oferta pertinente para los que se han quedado más atrás y fortalecimiento de la Educación de Jóvenes y Adultos para aprovechar lo existente y potenciarlo hacia el reingreso. Todas estas medidas espero sean confirmadas y -sobre todo-, amplificadas por el Consejo para la Reactivación. Estos esfuerzos son de largo aliento, por lo que se requiere inyectar recursos extraordinarios y sostenerlos en el tiempo para que pronto se conviertan en políticas públicas que fortalezcan nuestro adolorido sistema educativo.
Es importante no romantizar el problema.
Hablamos de niños, niñas y jóvenes que no creen en el sistema. Que han optado por otros caminos más atractivos o prácticos: una pega precaria... pero que salva; una pega arriesgada, pero rentable... como ser parte de un portonazo al mes; hacerse cargo de la casa para que los mayores trabajen; las responsabilidades de un embarazo precoz que al menos le hace sentir a la joven madre que tiene algo propio: un hijo; la imposibilidad de abandonar a una abuela postrada, mientras la madre se droga a diario; el aletargante consumo que permite evadirse del duro día a día; la sensación, fortalecida durante las cuarentenas a causa de la pandemia, de que el colegio no sirve.
Hay más de una decena de razones que explican por qué hoy en Chile hay más de 224 mil niños, niñas y jóvenes fuera del sistema escolar. Yo me siento interpelada cuando un joven busca en la delincuencia sobrevivencia, cuando cree que no tiene más alternativas y no le encuentra sentido a su vida. La escuela les falló: los trató mal, los ignoró, los castigó, los descartó, los hizo sentirse tontos, mal comportados, complejos y flaites.
Pero podemos cambiar esto. En las experiencias de reingreso que hace 30 años impulsamos vemos ese milagro de transformación año a año. A quien quiera profundizar en ello, lo invitamos a conocernos.
Pero mientras toda esta discusión intenta sostenerse sobre la mesa, Súmate actúa.
Los que trabajamos en el reingreso escolar, hoy estamos aplanando las calles de las comunas donde sabemos se concentran los 50 mil jóvenes que se matricularon en 2021 y no asistieron nada o casi nada a clases en 2022. Estamos pidiendo los datos de los 220 mil que hace años se quedaron atrás, datos que no tenemos actualizados. Impulsamos iniciativas como las aulas de reingreso para que estén lo antes posible por todas las comunas de nuestro país. ¿Por qué? Porque vivimos diariamente el sentido de urgencia cuando llegamos tarde.
Así que la invitación es a priorizar estas cuatro urgentes medidas:
Cada uno de nosotros, por ética o por mero pragmatismo (para evitar que adolescentes y jóvenes vulnerables se conviertan en carne de cañón de la delincuencia, el narco y el crimen organizado), debe evangelizar y evangelizarse en el valor protector de la escuela y el derecho a la educación y su valor como herramienta de promoción social. Esto es reactivación: recuperemos esas vidas y como dice una campaña que acabamos de lanzar en redes sociales, logremos que la calle oscura y oportunista, la calle mala, no sea la única escuela de los excluidos.
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