El CAE en la Cuenta Pública

Rodrigo Vidal Rojas
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No era una cuenta pública fácil. El 1 de junio el Presidente Gabriel Boric tenía la compleja misión de demostrar que su juventud no es un factor obstaculizador para resolver y guiar los destinos del país, y que su ímpetu, que muchas veces le juega malas pasadas, podía ponerse al servicio de innovar y hacer gestos simbólicos en materias que son significativas para la ciudadanía (fin a la tarifa de invierno o demoler mausoleos narcos), y comprometer deudas pendientes (Ministerio de Seguridad o el Servicio de la Biodiversidad y Áreas Protegidas).

Creo que el Presidente pudo sortear el desafío, abordó en extenso una diversidad de temas y supo fijar agenda. Se mostró autocrítico, pero también fue capaz de agradecer los esfuerzos del Parlamento, pese a que cada vez más se pone esquivo a su gestión. Llamó a la unidad y a valorar la diversidad dentro de nuestra convivencia nacional. Mencionó lo que se viene por los 50 años del Golpe, pero sin un ánimo revanchista sino acogedor, cerrando su largo discurso con un fuerte llamado en torno al futuro de Chile. Fue un acto altamente republicano y quienes asistimos al Congreso Nacional en Valparaíso así lo percibimos. En resumen, supo estar a la altura del estadista que se espera que sea.

Pero acá no se trata de adular su figura, porque como todo en la vida, donde hay luz también hay sombras. En resumen, pese a lo extenso de la rendición, creo que faltó incorporar algo más respecto de la educación superior. Sí, el Presidente se refirió bastante al aporte que debemos hacer las universidades, sobre todo, las estatales, en materia de ciencia, tecnología e innovación, en dos áreas bien específicas, como el desarrollo del hidrógeno verde y el fortalecimiento de I+D. De hecho, algo ya nos había adelantado la ministra de Ciencias, Aisén Etcheverry, en nuestra última reunión del CUECh, en Iquique, efectuada a fines de mayo.

Nuestro rol lo tenemos claro, siempre habrá disposición para aportar al país, especialmente en materias que signifiquen saltos cuantitativos y cualitativos al desarrollo de Chile, pero se extrañó en esta segunda cuenta pública una mención a las dificultades por lo que atraviesan las universidades del Estado, que tienen que ver más bien con problemas estructurales que se arrastran desde la dictadura. Y no solo es presupuestaria, que siempre es necesaria porque las universidades no estamos ajenas al aumento de los costos de la vida y la inflación, sino que también de gestión política.

De esto último ya se ha hablado numerosas veces, pero hay un tema aún más urgente y que impacta a miles de familias, y que es la promesa, no sólo de campaña, sino que también de su anterior cuenta pública, de ir condonando gradualmente el Crédito con Aval del Estado (CAE), supeditado, eso sí, a la reforma tributaria que, como bien sabemos, ya tuvo un estrepitoso fracaso en su primer trámite legislativo. La pura manifestación de deseo del Presidente de cumplir ese compromiso me parece insuficiente para quienes han sufrido dramáticamente con esta política pública, que sin duda abrió una ventana de oportunidad de superación, pero que se ha transformado en un calvario para esos deudores.

Al igual que el CAE, la deuda histórica de los profesores está a la espera de una mayor recaudación fiscal por la vía de la reforma tributaria, pero en esa materia el compromiso presidencial fue estudiar caso a caso, para ir posibilitando el pago de lo adeudado. ¿No será posible con los exuniversitarios también analizar caso a caso? Por ejemplo, a quienes han sufrido enfermedades, que sus condiciones económicas sean extremas o que estén cuidando a algún familiar que les imposibilite trabajar, etc. Categorizaciones hay para elegir y definir, pero sería una señal potente para quienes esperan una salida a ese callejón.

El Presidente Gabriel Boric es generacionalmente cercano a quienes accedieron al CAE en sus inicios, marchó y lideró movilizaciones para poner fin a su uso, fue parte de la discusión parlamentaria respecto de sus perniciosos efectos en las finanzas personales y, por tanto, no me cabe ninguna duda su compromiso y sensibilidad con el tema. Pero el querer resolver el asunto de raíz, en estas condiciones de restricción económica y con una reforma tributaria bastante lejana, solo acrecienta la angustia e incertidumbre que tienen quienes viven bajo el yugo del crédito universitario. Un pequeño gesto inicial podría marcar la diferencia y allanar el camino hacia algo más concreto.

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