La educación es un arte complejo, si la definimos como el enseñar y lograr que la gente aprenda. Muchas veces nos hemos visto frente a la necesidad de explicar un concepto o fenómeno a un "otro" y no logramos que se entienda desde la perspectiva de quien aprende. Dada esta dificultad, el enseñar se estudia y se perfecciona en universidades y academias. No obstante, desde hace unos años, contamos con una serie de asistentes virtuales que imitan la inteligencia y el razonamiento humano, provocando que nosotros mismos imitemos esas formas algorítmicas del pensamiento.
Y es que no inventamos la rueda a diario, sino que como especie volvemos a razonar los fenómenos desde un punto de partida que tiende hacia la complejidad.
En "El Quinto Elemento" del año 1997 hay una escena en la cual el malvado de la película se atora y un análogo sacerdote le salva la vida golpeando su espalda, no sin antes recalcar un par de veces que la tecnología no puede salvar la vida siempre. En estos años de pandemia, hemos visto dando vueltas en internet más de un video de una persona que se practica la maniobra de Heimlich mientras se encuentra solo en un restorán, sentado en una silla. Entonces ¿Necesitamos al otro para poder vivir como sociedad? La respuesta es sí, claramente sí, el aprendizaje es un fenómeno que está mediado por otros como facilitadores de los saberes. Cuando aprendemos a hacer una maniobra que nos puede salvar la vida por la obstrucción del sistema respiratorio, es porque alguien ya lo estudió y publicó y hubo alguien llamado Heimlich, quién enseñó este tipo de resucitación a la sociedad.
Entonces, y yendo al punto, aunque tengamos muchos algoritmos que responden a preguntas pre definidas y podamos tener computadores y máquinas digitales o analógicas que tienen la capacidad de prever las respuestas a nuestras preguntas, no debemos dejar de contar con los sistemas humanos que permiten acercar a la gente y mantienen el trato entre los seres vivos que integran las sociedades.
Del mismo modo, no podemos retroceder todo lo que hemos avanzado conectando a los que están más lejos unos de otros, ya que estos avances han sido revolucionarios para la humanidad y, especialmente, para el sistema educacional. Durante estos últimos años, mucha gente con necesidades educativas transitorias o permanentes se ha podido acercar más que nunca a sus docentes, o dicho de forma correcta, los docentes se han podido acercar más que nunca a sus estudiantes.
La desconexión de las clases es un fenómeno que no debería existir, teniendo muy claro que pese a que muchas respuestas a preguntas se pueden prever, no todas las explicaciones y ejemplos contextualizados existen, así que debemos seguir dando la oportunidad de apoyar a nuestros estudiantes sistemáticamente más allá del horario escolar. Como sistema, además, resulta imperiosamente necesario garantizar los recursos adecuados para las y los docentes, no solo sobrecargarlos de trabajo para que se sobre conecten, se hace necesario desarrollar mecanismos para optimizar su trabajo, considerando los tiempos y espacios oportunos. Estoy muy seguro que la mayoría de los tiempos extra, invertidos en conectarse para enseñar, son tiempos arrebatados a espacios personales y es que muy pocos colegios en Chile contaban con un sistema curricular que les permitiera la preparación de material digital para apoyar los procesos educativos
Los aprendizajes en estos dos años de pandemia no se deben perder, la búsqueda de la verdadera inclusión en las clases no debe ser un afán del pasado, sino una bandera que agitar como sistema y sociedad educativa. Y es que la inclusión no es para los que "tienen problemas", la inclusión es para todas y todos. Somos profundamente distintos unos de otros y aunque existan "respuestas de algoritmos" previstas, las formas de aprender no son todas predecibles ni programables.
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