Hace unos días, un senador oficialista abogaba por que no hubiese un Sistema Único de Admisión a la educación superior e intentaba avalar su opinión en nombre de la libertad de elección. Afirmaba que sería bueno para Chile el que cada institución contase con su propio sistema.
Por cierto, cuando una sociedad está en estado avanzado de segregación en grupos que acceden y se desempeñan en un hábitat social, económico y territorial propio y segmentado, es explicable la apreciación del señor parlamentario. Sin embargo, está lejos de ser entendible dada su investidura y su obligación de rol en búsqueda del bien común.
Un Sistema Único de Admisión garantiza razonablemente el acceso abierto a todos, por mérito y transparente, con reglas previamente conocidas, verificables y concordadas entre las instituciones y el Estado a través del Mineduc. Por cierto, perfectibles, pero con garantía de seriedad y abierto al escrutinio público.
Pensémoslo bien, una joven o un joven, independiente de su condición y origen, puede inscribirse, rendir las pruebas, obtener resultados seriamente procesados, tratados y publicados, para luego postular a varias instituciones sin mediar aspecto alguno que no sea el mérito.
Claro está, todo ello en el océano de las desigualdades previas y su impacto en la calidad de la educación en el sistema escolar, desafío clave de Chile para su desarrollo. Pero las ventajas para el país de un sistema único, como el antes descrito, son evidentes.
Por el contrario, el que cada institución defina su propio sistema de admisión tendría consecuencias graves para el país y su necesaria cohesión social, porque se consolidaría definitivamente una sociedad viviendo en guetos autorreferentes, autoreproducidos, desconectados, sin propósitos comunes y, más temprano que tarde, competitivos hasta el desconocimiento y la negación.
Se ha preguntado usted, en qué se podrán seguir pareciendo una persona que vive en el barrio alto de Santiago con otra que lo hace en la zona sur poniente. Ya muy poco, verdad. No por casualidad todos entendemos que el día de las elecciones nos “hacemos iguales”.
Entonces, no se trata sólo de la libertad de elegir, se trata de hacer aquello en un contexto de integración y cohesión social que permita construir una sociedad, es decir, un conjunto de personas que comparten rutas comunes construidas entre todos y destinos personales construidos por mérito con el apoyo de todos.
Para tener un Chile que sea más Chile para todos, hay espacios, ambientes, ecosistemas de sociedad comunes que debemos preservar y perfeccionar por su impacto en la construcción social y en el desarrollo sociopolítico, económico y cultural del país. El Sistema Único de Admisión es uno de esos espacios comunes.
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