Universidades online ¿recuperación de la polis o servicio al cliente?

El año 2001 el MIT liberó miles de recursos educativos para su uso gratuito. Lo imitaron las más prestigiosas universidades del mundo, con cientos de otros cursos abiertos y masivos en línea.

Hoy, después de casi 20 años, mientras algunas instituciones educativas del país, tibia y tardíamente, estaban experimentando en estos nuevos soportes, profesores y estudiantes se ven forzados a cambiar las tradicionales formas de relacionarse, enseñar y aprender.

La pandemia y su poder transformador de la cotidianidad, al remecer todo el sistema social, dejaron atrás la obviedad de las salas de clases.

Este cambio radical aparece eficiente. Acorde al espíritu Millenial. Sin embargo trae consigo desafíos que vale la pena considerar.

Entre otros que ganó, otra vez, sin darnos cuenta, la burocracia institucional bajo el apremio económico de un sistema educativo empresarial, autofinanciado. Esto impidió un debate sobre los fundamentos de la transformación educativa en curso, su necesidad, ventajas y desventajas.

La Universidad online pasó de ser opcional a obligatoria. Y si bien voces optimistas auguran un mundo nuevo en el cual los otrora clientes de la educación superior dejarán de pensar tanto en si mismos y se volcarán a una apertura de conciencia del otro, cabe la duda.

Esta nueva Universidad online, ¿será capaz de formar agentes políticos con nuevas intencionalidades ciudadanas? El espacio tecno-científico digital siempre ha cobijado más a usuarios que a los ciudadanos. ¿Tiene oportunidad la Polis en el contexto actual?

Hoy es oportuno revalorizar la idea de que la universidad no son sus edificios sino las comunidades que le dan vida, y por lo tanto el sentido comunitario, humanista, empático, compasivo y orientado al aprendizaje significativo será lo que nos permitirá avanzar en la construcción de un nuevo escenario universitario, más fresco y vigorizante, que permita a la sociedad darle a la comunidad universitaria mayor dignidad, más allá de su contribución económica.

Casi como un ritual, los profesores tendremos que preguntarnos antes de iniciar cada clase online si la experiencia de aprendizaje se traducirá en brindar un mejor servicio al cliente o si podría ser un nuevo andamio en la construcción de esa polis en la que queremos habitar.

Elegir una de estas interpretaciones es clave para buscar en la profundidad del ser docente los motivos necesarios que faciliten el cambio de rol que debemos asumir los profesores de la nueva Universidad online.

Improvisar desde el acervo disciplinario amparado en una falsa idea de libertad de cátedra es insostenible en los registros audiovisuales.

Además, el modelo de formación por competencias queda en la quimera de expertos internacionales al no tener cómo asegurar y garantizar si el resultado de aprendizaje alcanzó el nivel esperado.

El distanciamiento social nos obligó a suspender cualquier instancia de aprender haciendo en contextos reales o simulados. Los optimistas dirán “igual se puede”. Creemos que no. Al menos no según nuestras antiguas definiciones y prácticas académicas. 

Necesitamos cambiar el enfoque y mirar más allá de donde estábamos acostumbrados. Necesitamos dar un giro a nuestra misión docente: cual curador de museo, el académico debe facilitar que el estudiante no se abrume en los infinitos pasillos del saber.

No basta adaptar las performances de la sala de clases a shows académicos On Demand. Ser competente en el diseño y ejecución de estrategias de comunicación digital es el nuevo “desde”.

El profesorado no puede competir con el conocimiento envasado ya disponible en los celulares de los estudiantes. Forjar redes de colaboración para el aprendizaje, desde abajo hacia arriba, parece ser la mejor respuesta por el momento. Indagar y sintonizar con los nuevos estilos de aprendizaje bajo este marco y ajustar las complejas motivaciones de los educandos es el gran desafío.

Podría cambiar también el vínculo entre el profesor y el estudiante. La distancia entre ambos puede impedir el diseño y ejecución de este nuevo enfoque.

El desconocimiento del profesor sobre cómo llegar al mundo del estudiante le impide mejorar la efectividad de la experiencia de aprendizaje. Y es en esta brecha que, inesperadamente, aparece una oportunidad inédita en la que el estudiante puede ser el protagonista no solo de una nueva forma de aprender, sino que sobre todo de un cambio político revolucionario a favor de la transparencia y la autonomía.

En vez de desconectar la cámara y el micrófono, ocultándose en las dificultades técnicas, tiene la posibilidad de ejercitar por fin la autonomía y la libertad cognitiva.

Le llegó la hora de aprender por si mismo, ser el propio albañil de su futuro. Este acto de independencia cognitiva también es un acto político. La primera línea de los constructores de la nueva polis se constituye por los y las estudiantes conscientes de esta oportunidad.

Co autor, Servando Pastor, Académico de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Valparaíso.

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