En el torbellino de los tiempos que corren y en el tumulto de informaciones y desinformaciones que se estrellan entre sí, acrecentando aún más la incertidumbre y complicando la toma de decisiones en todos los aspectos de nuestra vida diaria, resulta de una singular complejidad tratar de definir o por lo menos esbozar un concepto básico para la existencia humana: "seguridad".
¿Es la seguridad una percepción subjetiva? ¿O es acaso un conjunto de medios para reducir la incertidumbre? ¿O tal vez la reacción policial frente a los delitos? ¿O la prevención de guerras y desastres? ¿Tener certeza judicial?
Quizás como una forma sencilla de acercarnos a la respuesta sería preguntarnos ¿cuándo estoy o me siento seguro? Si fuese ésta la forma acertada de formular la pregunta, entonces estaríamos en condiciones de contestar que me siento seguro cuando no tengo peligro de ningún tipo que pueda causarme algún daño. De ser así, entonces podríamos aventurar que "seguridad es la ausencia de amenazas y riesgos".
Tres palabras que podrían, de manera sencilla, ir desenmascarando, suavizando la complejidad que establecimos en un principio. Ahora bien, si consideramos que la ausencia sería "nada, cero o no existe", entonces nos encontraríamos en un escenario en que no tenemos amenazas ni riesgos que puedan atentar contra nosotros. Lo que nos lleva entonces a marcar la diferencia entre "amenaza y riesgo", lo cual nos sitúa en el campo estadístico, pues la amenaza sería la posibilidad de la ocurrencia de daño o perdida y el riesgo, la probabilidad de la ocurrencia de daño o pérdida, dejando establecido que no todo lo posible es probable, pero sí todo lo probable ya ha superado la barrera de la posibilidad.
En este muy amplio espectro es cuando todo tipo de certezas se nos derrumban y reconocemos al riesgo como un elemento estructurante de nuestras vidas y más aún, el riesgo puro, aquel en el que no tenemos la alternativa de tomarlo o no y lo mejor que nos pueda suceder es quedar en las mismas condiciones, es perder o no perder, en ningún caso quedar mejor o ganar, es decir es de pérdida o no pérdida.
A diferencia del conocido riesgo especulativo que es el caso en el que cada individuo puede decidir tomar el riesgo o no, además teniendo la alternativa de ganar o perder, sí decide tomarlo. Los juegos de azar o los negocios son un ejemplo clásico del riesgo especulativo.
El riesgo puro es inherente al vivir y es aquí cuando cada individuo o conjunto de éstos, una organización o sociedad, da comienzo a la difícil tarea de estudiar, analizar y priorizar distintos tipos de alternativas y cursos de acción respecto de prevenir, reducir, transferir o en último término asumir la pérdida que puede significar el daño potencial que se tiene en frente y cuán más probable o no, es que esta pérdida o daño se materialice.
Teniendo presente que pueden existir los riesgos de origen antrópico (ocasionados por el hombre, delitos, guerras) o riesgos originados por la naturaleza (climáticos, conmociones terrestres, entre otros) Es acá cuando la seguridad toma denominaciones compuestas y es común escuchar de "Seguridad Humana, Seguridad Pública, Seguridad Ciudadana, Seguridad Privada, Seguridad Urbana" y muchos otros términos que muchas veces llevan a la confusión, o lo más serio del caso, a relativizar las consecuencias del daño, reaccionando frente a éstos, en vez de y diseñar una prevención oportuna, que permita identificar las amenazas tempranamente, medir los riesgos involucrados, para así controlar los daños ocasionados, dando inicio al ciclo de la resiliencia.
La gestión de riesgos en cualquiera de las disciplinas del amplio concepto de seguridad, es absolutamente necesaria, imprescindible en toda la transversalidad del quehacer y existir humano, porque en caso contrario, nos encontraremos reaccionando frente a los hechos, a las adversidades, lo que mucha de las veces nos llevará a la improvisación, que es el peor de los escenarios cuando se está frente a un evento crítico en desarrollo.
A mayor planificación, menor improvisación, a menor improvisación, menores pérdidas. Es por esto que la técnica de la Prospectiva es esencial en la planificación por riesgos, pues nos permite visualizar en perspectiva, escenarios que podrían desarrollarse en tiempos venideros. Por esto podemos indicar también que el riesgo es un escenario futuro, negativo, probable y no deseable.
Lo que dejemos de hacer ahora en materia de prevención de eventos críticos con potencialidad de daños, es otorgar espacios de oportunidad, para que el riesgo se anide, desarrolle, potencie y se haga presente con toda su magnitud en la escalabilidad del daño.
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