Claves para la sostenibilidad financiera de la inversión pública en crianza

Chile tiene grandes desafíos en términos sociales. De acuerdo con Unicef, para cumplir nuestras metas y alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, el gasto en niñez sigue siendo demasiado poco y demasiado tarde.

Recientemente, la Defensoría de la Niñez publicó su análisis a la propuesta de la Ley de Presupuestos 2026. En relación al gasto, el documento propone fortalecer una mirada estratégica de largo plazo en materia de niñez y adolescencia, priorizando una mirada preventiva y de respuesta temprana en las políticas públicas. Si queremos asegurar un futuro en el que cada niña y niño se desarrolle integralmente en entornos seguros y cariñosos, esa mirada estratégica debe buscar que los programas sean sostenibles financieramente en el tiempo.

Para ello, no solo es necesario invertir más, sino que invertir bien, priorizando soluciones efectivas. Los programas basados en evidencia son la mejor garantía de que cada peso invertido genere cambios reales y medibles en la vida de los niños, sus familias y las comunidades

En concordancia con la Defensoría de la Niñez, un elemento clave para la sostenibilidad financiera de los programas sociales es invertir en factores centrales que reduzcan los riesgos que en el largo plazo se traducen en mayor gasto público. La crianza actúa como un factor protector que previene múltiples problemas futuros: problemas de salud mental, violencia, deserción escolar y problemas de integración social, entre otros. Apostar por apoyar la crianza, por lo tanto, no es un gasto, sino una inversión de largo plazo con alto potencial de retorno.

En efecto, la evidencia muestra que apoyar la crianza genera beneficios para las comunidades. Cuando madres, padres y cuidadores integran prácticas de crianza más efectivas, aumentan su satisfacción con el rol parental, mejoran la calidad de su relación con niñas, niños y adolescentes y disminuyen los conflictos. Todo ello se traduce, entre otros resultados, en mejor salud mental, mejor desempeño escolar y menor riesgo socio-delictual. Estudios han demostrado que los programas de crianza basados en evidencia pueden generar un retorno de hasta 10 veces superior a lo invertido.

Otro elemento clave para asegurar que los programas se financien sostenidamente en el tiempo es instalarlos como políticas de Estado, de modo de enfrentar la inestabilidad política y los intereses cambiantes. De acuerdo con la Cepal, ello requiere establecer marcos legales que garanticen compromisos de largo plazo, así como acuerdos y alianzas con actores clave de la sociedad civil y del sector privado.

En este contexto, fortalecer procesos de gobernanza colaborativa resulta crucial: que todos los sectores de la sociedad confluyan coordinadamente para aportar experiencia territorial, liderazgos y conocimiento, diseñando instrumentos para compartir información, tomar decisiones conjuntas y unir recursos entre entidades gubernamentales y sociales, al tiempo que se promueven alianzas transparentes y efectivas con la sociedad civil, el sector privado y la academia. Cuando las políticas públicas se perciben como legítimas, justas y efectivas, aumenta la confianza en las instituciones y el apoyo ciudadano a su financiamiento. Ello favorece la continuidad de los recursos necesarios para sostener los programas en el tiempo.

La sostenibilidad financiera también depende de contar con capacidades de gestión sólidas: equipos estables en los territorios, con apoyo para la implementación de los programas; acceso a formación continua y fortalecimiento de capacidades; y sistemas de información que permitan monitorear resultados y alimentar ciclos de mejora continua. Cuando los programas se implementan bajo estas condiciones, aumenta significativamente la probabilidad de obtener resultados positivos. Por lo tanto, un esquema de financiamiento sostenible debe incorporar explícitamente el apoyo y fortalecimiento de los equipos, lo que potencia la inversión y la hace más costo-efectiva.

Finalmente, cuando el presupuesto nacional se construye siguiendo reglas de financiamiento basadas en resultados, se sostienen en el tiempo aquellos programas que demuestran impactos positivos, asegurando su continuidad para beneficiar a la niñez y la adolescencia.

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