Tradicionalmente, el término "adicción" se ha asociado al uso excesivo de sustancias químicas y elementos invasivos para el organismo, como el alcohol, el tabaco y otras drogas que generan adicciones químicas. Sin embargo, también existen adicciones no químicas o "sin sustancias" que están ligadas a conductas compulsivas, tales como el uso excesivo de videojuegos, la dependencia de la pornografía o la continua necesidad de estar en redes sociales.
Para enfrentar y reeducar estas conductas digitales nocivas, en especial la adicción a las pantallas, es crucial centrarse en modificar los hábitos de uso, gestionar la ansiedad y controlar los impulsos. Pero, ¿qué tipo de conductas podemos observar en niños, niñas y jóvenes frente al uso de la tecnología? Aunque el uso de pantallas no tiene el mismo impacto en todas las personas, en los menores de edad suele tener efectos más perjudiciales y difíciles de regular debido a que su cerebro está aún en desarrollo.
Entre los tipos de conductas, podemos identificar el uso saludable, el abuso y la adicción. Un uso saludable implica que la persona es capaz de controlar el tiempo de conexión y exposición a las pantallas, dando prioridad a las actividades escolares, sociales y académicas; por sobre el juego online o las redes sociales. En cambio, el abuso se presenta cuando el uso de tecnología comienza a interferir en la vida cotidiana, afectando las relaciones y la calidad de vida. Los cambios en los hábitos de sueño, la concentración, y la irritabilidad al desconectarse son algunos síntomas de esta conducta.
La adicción a la tecnología es una etapa más crítica que implica tres elementos claves: La incapacidad de autocontrol, una fuerte dependencia psicológica y efectos dañinos en la vida social. En este punto, el usuario siente un deseo incontrolable de conectarse, y su atención se centra obsesivamente en el acceso a internet o redes sociales. Las consecuencias pueden afectar tanto al ámbito familiar y social, provocando conflictos, pérdida de amistades, y sentimientos de culpa o ansiedad.
Para ayudar a prevenir esta adicción, es recomendable limitar el tiempo de conexión para actividades recreativas a un máximo de 45 a 60 minutos por sesión y no todos los días. Los tiempos de estudio pueden ajustarse en función de las tareas escolares, pero siempre es mejor priorizar el juego libre, los hobbies y la interacción social fuera de la pantalla. Otra buena práctica es establecer acuerdos entre familias, para coordinar los horarios de conexión y fomentar así un uso más sano de la tecnología en el entorno escolar.
Asimismo, es importante introducir el acceso a las pantallas de forma gradual y controlada a medida que los niños, niñas y adolescentes crecen. Enseñarles a elegir actividades que beneficien su salud mental y educarlos en la libertad responsable puede marcar la diferencia. Además, en el caso de menores de edad, personas del espectro autista o con TDAH, es necesario un monitoreo más estricto para evitar trastornos de conducta.
Dado a que el cerebro infantil y adolescente está aún en desarrollo, es necesario darle la mayor parte del tiempo al juego libre, lectura, hacer amigos y a los deportes. De esta manera se fortalecerán las funciones cognitivas, emocionales y sociales, permitiendo que la tecnología se integre de manera gradual y bajo supervisión, ayudando a construir una relación saludable con el mundo digital.
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