El país se estremeció con la noticia del niño de 11 años que perdió la vida tras el choque entre un furgón escolar y un vehículo conducido por delincuentes que huían luego de robar un celular. En cuestión de segundos, la violencia volvió a cobrarse lo más sagrado: una vida inocente, un futuro interrumpido, una familia devastada.
Pero detrás de este hecho tan doloroso como indignante hay una pregunta que debería sacudirnos a todos: ¿Cómo llegamos a normalizar tanto la violencia, la prisa, la falta de respeto por la vida?
Desde la salud mental, este suceso refleja el desgaste emocional y moral que vivimos como sociedad. No se trata solo de delincuencia, sino de un síntoma colectivo: la pérdida de empatía, la deshumanización, la desconexión con el otro. La violencia no surge de la nada; germina en el abandono, en la desigualdad, en la frustración sin salida y en la cultura del "yo primero".
Los datos son elocuentes: más del 56% de los hogares con niños declara haber presenciado situaciones de violencia en su entorno. El 46% de los adolescentes dice haber sido víctima de delitos comunes. En Chile, más de 2 millones de niños viven en entornos de riesgo psicosocial. Si solo 10% de ellos cae en la delincuencia, enfrentaremos a más de 200 mil jóvenes futuros protagonistas de la estadística criminal.
Esos niños no cuentan con redes de apoyo; crecen entre la pobreza, la drogadicción y la violencia intrafamiliar. No tienen un Estado que los proteja emocionalmente ni un sistema que les entregue herramientas para tomar decisiones sanas.
El dolor por la muerte de este niño debería movilizarnos más allá del lamento. No basta con pedir justicia -que, por cierto, es necesaria-, sino que debemos reconstruir el tejido social. Enseñar el valor de la vida, del respeto, del otro. Promover comunidades empáticas donde cuidar no sea una excepción, sino una forma de vivir.
Porque cuando un hecho así ocurre, no solo muere un niño: también muere algo en todos nosotros. Muere la esperanza, la confianza, la sensación de que aún podemos ser mejores. Que este dolor nos despierte, no que nos endurezca. Que no nos acostumbremos. Que no dejemos que la violencia se vuelva paisaje. Solo así podremos volver a mirar la vida con humanidad.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado