Durante los últimos tres meses se ha profundizado una internacionalización del conflicto en Ucrania. Algunas de sus manifestaciones principales son el despliegue de fuerzas rusas en Bielorrusia y la creciente amenaza de desestabilizar a toda la región del mar Báltico y del resto de Europa.
Al mismo tiempo, hemos visto una creciente carrera armamentista a nivel europeo y global, así como el despliegue de nuevas armas. Según información del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2021 el gasto militar mundial superó por primera vez los dos billones de dólares, cifra que de seguro será bastante mayor este y los próximos años a raíz del conflicto en Ucrania.
En cuanto a nuevas armas, a principios de octubre de 2022 la OTAN alertó de que Moscú había desplegado el submarino nuclear ruso K329 Belgorod en el mar Ártico, una nave de última generación capaz de lanzar proyectlles hasta un alcance de 10.000 kilómetros: esto equivale a una distancia aproximada entre Moscú y Miami.
Además, continúan las reiteradas referencias a la posibilidad de una guerra con armas nucleares, sea de carácter táctico, esto es "limitada" a un escenario regional, o estratégico, de carácter global. Cabe recordar las declaraciones del presidente Putin de que estaría dispuesto a usar este tipo de armas en caso de que la seguridad de Rusia se viera amenazada. Por su parte, el presidente Biden ha afirmado que el mundo está en el riesgo nuclear más alto desde la crisis de los misiles de Cuba, de la que se cumplen 60 años en este mes de octubre.
A todo lo anterior, debemos agregar un nuevo factor que contribuye a la internacionalización y profundización de la guerra en Ucrania: la intervención de un país extrarregional, de una potencia del Medio Oriente, como es Irán. Desde octubre de 2022, fuentes estadounidenses han denunciado que Irán ha entregado docenas de drones a Rusia, los que están siendo utilizados en Ucrania. Más específicamente, se trata del Shaded 136, avión no tripulado que entró en funcionamiento en 2021 y que tiene un alcance de 2.500 kilómetros, esto es aproximadamente la distancia aérea que separa a Moscú de París. Si bien la mayoría de estos drones han sido derribados por las fuerzas ucranianas, no es menor el daño que han causado a la población civil.
Al mismo tiempo, fuentes estadounidenses también han señalado que miembros de la Guardia Revolucionaria iraní han llegado a Crimea y, desde una base militar rusa, donde están los drones iraníes, y prestan entrenamiento a los militares rusos en el uso de los mismos. De este modo, observamos un rol directo de Teherán en la guerra en Ucrania, a través de la entrega de armas y la presencia de asesores militares, violando las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea por su incumplimiento en el programa nuclear. Cabe agregar que esta intervención se da en momentos en que el país persa tiene fuertes protestas internas tras la muerte de la joven Mahsa Amini por parte de la policía.
Podemos observar al menos dos consecuencias de la participación iraní, las que tienen incidencia en el panorama regional del Medio Oriente y también en el escenario global. En primer lugar, plantea ciertos desafíos importantes para otra potencia regional como es Israel. Ucrania ha solicitado a Israel apoyo en la entrega del sistema de defensa de misiles antibalísticos, puesto que este país tiene una amplia experiencia en sistemas, como Arrow y Cúpula de Hierro, que han sido efectivos para destruir los cohetes lanzados por los movimientos Hamas y Jihad Islámico en contra del territorio israelí.
Frente a esta solicitud, la respuesta israelí ha sido clara: está dispuesto a entregar asesoría a Kiev, pero no la entrega material del sistema de misiles, evitando así las amenazas provenientes de Moscú. Además, el Estado judío tiene una intervención en la guerra en Siria, contra objetivos del movimiento Hezbolláh, lo que le es permitido por Moscú. Una intervención directa en el conflicto ucraniano podría terminar con este "permiso" por parte de Moscú.
En segundo lugar, fortalece todavía más el eje entre Rusia e Irán, ambos enfrentados a sanciones económicas por parte de Occidente. Ya hacia fines de marzo de 2022, luego de un mes de iniciada la guerra en Ucrania, los ministerios de Relaciones Exteriores de ambos países informaron la decisión de fortalecer la cooperación bilateral en todos los campos, incluido el estratégico. Al mismo tiempo, se acordó un plan integral conjunto con respecto al cuestionado programa nuclear iraní.
En definitiva, se ha producido una profundización e internacionalización de la guerra en Ucrania a partir de la intervención de una potencia extrarregional, ubicada en una de las zonas geográficas más conflictivas del planeta, como es el Medio Oriente, que ya tiene un importante rol en otros conflictos de la región (Siria, Irak, Yemen, Líbano), que desarrolla un programa nuclear fuertemente cuestionado por la Unión Europea y Estados Unidos, y que tiene un enfrentamiento sustancial con otra potencia de la región: Israel.
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