Las palabras de la actriz Meryl Streep en alusión a la xenofobia, dureza e intolerancia del nuevo Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y además al pedir "...que los poderosos respondan de sus actos" llevaron a la ira de este último, que le calificó como "sobrevalorada", y "lacayo" de Hillary Clinton en las recientes elecciones presidenciales gringas.
Es imposible en esta columna relatar la trayectoria de una de las más notables actrices de todos los tiempos, cuyos reconocimientos y distinciones por 40 años en el cine y el teatro nadie más ha logrado. Se trata de una valoración profunda y universal a su genial e inigualable capacidad de actuación.
Una artista que fue admirada por más de 100 millones de espectadores por la miniserie Holocausto, que entre sus logros ganó tres premios Oscar y ocho Globos de Oro, así como las mayores distinciones de la industria por films que dejaron una huella profunda en la conciencia social, como "La decisión de Sophie" y clásicos del cine como la cinta "Kramer contra Kramer", es esa voz la que sacó de sus casillas al mega magnate y ahora poderoso político, Donald Trump.
La crítica de Meryl Streep al abuso del "poderoso" rechaza la esencia de la posición sostenida en el ámbito valórico, por el millonario ganador de la Presidencia de los Estados Unidos: es una condena a la xenofobia, el odio a los inmigrantes y la discriminación hacia las personas con capacidades diferentes.
Al igual que eminentes humanistas que denunciaron el nazismo, como lo hiciera el genio del cine mudo, Charles Chaplin, esta excepcional artista, expresa hoy un noble anhelo histórico de hombres y mujeres de las más diversas condiciones: levantar la voz para detener a tiempo la amenaza de violación y atropello de valores humanos fundamentales.
La ausencia de argumentos en la respuesta de Trump, su inmediata ofensa como recurso, manifiesta un desenfado que viene de la ignorancia y refleja la tensión inevitable entre cultura e incultura, tolerancia vs fanatismo, humanismo vs fascismo, libertad vs opresión.
Quien asume como Jefe de Estado de los Estados Unidos, país que ostenta la condición de ser la potencia más fuerte y determinante del actual escenario mundial, tanto en el volumen y capacidad de su economía, su poderío militar, como en la fuerza que ha logrado imprimir a los avances tecnológicos y científicos en función de sus retos geopolíticos y estratégicos, ese hombre poderoso - con mayoría en el Congreso - dio como le es habitual, una respuesta descalificatoria, torpe y ofensiva. Lejos de una mínima estatura y responsabilidad política.
Este Donald está lejos del Donald de las historietas infantiles, aquellas del pato Donald, un personaje torpe pero a la postre inofensivo, sometido al poder económico de su tío, Rico Mc Pato, aun cuando estaba atento a hacer alguna travesura desagradable para el familiar tan avaro como lleno de codicia.
Ahora estamos ante un Donald rudo, ultra, que pretende imponerse por la violencia de su retórica y la prepotencia de aquel que se complace en aplastar al más débil. Esta vez la voz de Meryl Streep es un gesto de alcance universal que debe ser capaz de sobrepasar y superar la arrogancia de Donald; es un reclamo por la paz y la estabilidad del planeta.
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