Chile enfrenta una encrucijada existencial. Es que ocupar el puesto número 16 a nivel mundial entre los países con mayor estrés hídrico que utilizan al menos el 80% del agua disponible no es sólo una estadística alarmante, es un llamado de urgencia que resuena en nuestros valles, ciudades y directorios. Con una reducción de precipitaciones que, según expertos, alcanza hasta 30% en las últimas décadas, la crisis hídrica ha dejado de ser una amenaza futura para convertirse en una realidad operativa que condiciona nuestra viabilidad económica y social. En este escenario, la complacencia no es una opción; las empresas deben asumir un rol de liderazgo que trascienda la simple medición y se adentre en la gestión estratégica, cíclica y regenerativa del agua.
Desde Pacto Global Chile hemos sido testigos del creciente compromiso del sector privado, pero también de las brechas que aún nos separan de una verdadera resiliencia hídrica. Sabemos que la conciencia del problema se está tomando en serio, pero para seguir sensibilizando al país, y a través de nuestra iniciativa de Empresas Líderes por el ODS 6 (Agua limpia y saneamiento), lanzamos la "Guía para la Buena Gestión del Recurso Hídrico". Una hoja de ruta validada por el diagnóstico de 32 de nuestras empresas adheridas. La herramienta no es sólo un manual técnico, sino un espejo que refleja nuestras fortalezas y debilidades.
Los hallazgos son decidores: mientras un notable 78% de las compañías ya implementa programas prácticos para gestionar el agua, sólo 36% los ha formalizado en una política corporativa robusta. Esta brecha entre la acción y la estrategia es un riesgo latente. Sin una política clara, los esfuerzos se vuelven aislados, vulnerables a cambios de prioridades y carecen de la tracción necesaria para escalar. Es imperativo cerrar este vacío, alineando las políticas internas con estándares globales de vanguardia como la norma ISO 14046 para la medición de la huella de agua y la ISO 46001 para la eficiencia hídrica, transformando las buenas intenciones en un compromiso medible y verificable.
Ya no basta con ser eficientes; debemos ser catalizadores de un cambio positivo. Herramientas como la medición de la Huella de Agua y el Certificado Azul son fundamentales, pues ofrecen un marco para comprender el impacto real de nuestras operaciones y establecer metas de reducción con base científica. Sin embargo, la verdadera transformación reside en abrazar el concepto de "Agua Positiva". Este enfoque visionario nos desafía a ir más allá de la neutralidad hídrica, buscando que las organizaciones no sólo minimicen su consumo, sino que contribuyan activamente a reponer más agua de la que utilizan en las cuencas donde operan. Esto significa invertir en soluciones basadas en la naturaleza, tecnología para la reutilización de efluentes y, principalmente, forjar alianzas público-privadas para la seguridad hídrica comunitaria.
La gestión del agua debe dejar de ser un anexo en el reporte de sostenibilidad para convertirse en un pilar central de la estrategia de negocio. Integrarla en el análisis de riesgos, en las decisiones de inversión y en la cultura organizacional. Las empresas que lideren esta transición mitigarán riesgos regulatorios y reputacionales, y sin duda descubrirán nuevas oportunidades de innovación y eficiencia. El llamado es claro y urgente: debemos actuar con la celeridad que la crisis demanda, aspirando a un impacto regenerativo que garantice la seguridad hídrica de Chile y las futuras generaciones.
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