El título de este artículo lleva el nombre de una película de 1958, que luego tendría un remake en 1985, y que expresa mucho de lo que nos pasó el verano que aún no termina. Concentrémonos en el verano chileno de 2023, traducido en términos estrictos como un desastre social, ecológico y económico.
Los incendios en el centro-sur del país pueden ser vistos desde varios puntos de vista. El primero es el social y humano. Las cifras suman las pérdidas humanas y de viviendas que han dejado una marca que será recordada por varios años. Esperemos, una vez que termine la tragedia, se pueda realizar un trabajo en las comunidades y en el país en el ámbito de la memoria, que implique construir infraestructura y literatura que recuerde esta tragedia para que -como pasó con la Iglesia de la Compañía- se incorpore en el subconsciente el daño que se ha generado, sobre todo en el centro del país donde generalmente las tragedias se acostumbran a ver por la televisión, por lo que pasan al olvido al ritmo de la contingencia.
El segundo punto es el ecológico. Cuando hablo de ecológico no solo me refiero a la flora y fauna que se destruyó, sino también a un problema general que solo queremos recordar en marchas y lienzos de colores. Me refiero al drama del cambio climático. Este es un tema que afecta a especies animales y vegetales que se están perdiendo e implica la supervivencia del ser humano, es decir, es un tema sistémico y las autoridades lo miran en busca de eslóganes momentáneos o para indicar que habría que cobrar más impuestos. Como lo he explicado antes, la crisis no se soluciona con más impuestos, sino con un cambio de paradigma y de fiscalización más contundente. A mi entender es mejor tener una reglamentación con multas altas, que permita a las empresas forestales subsistir bien delimitadas; recuperación de selva o bosques autóctonos de la zona (reforestación de especies pérdidas); y seguridad más allá de los corta fuegos: mayores penas a las personas que generan los incendios intencionalmente o por accidente. Por último, hay que recordar que aumentarán los costos de la celulosa y de otros productos nacionales, lo que terminará aumentando el costo de la vida, ya sea con impuestos o con mejorar la reglamentación de la industria forestal.
La última implicancia es la económica. Cuando hablo de este tema no me refiero tan solo a la pérdida de bosques de la industria forestal, sino también al ganado lechero, las colmenas, viñas y alimentos (sea para animales o para personas). Hoy no se habla de ese punto, pero los incendios han afectado muchos de los puestos de trabajo de las personas de las localidades afectadas. Por otra parte, además, se aumentará el costo de los alimentos, dado que existe un daño enorme al sector agrícola referido a pequeñas y medianas empresas agrícolas de los parceleros y que no corresponde a las grandes empresas forestales.
En resumen, la catástrofe de los incendios afecta a todo el país. Aquellos que creen que saldremos pronto de este "largo y cálido verano" están muy equivocados. Significa un desastre que sentiremos en el invierno al no existir forraje para los animales; en el costo de algunos alimentos; al no escuchar o ver al ave que se posaba en el árbol frente a casa; al recordar los hogares y seres queridos perdidos.
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